david-rubio-webb.jpg

Merienda-cena

11/10/2020
 Actualizado a 11/10/2020
Guardar
Desde que nos pidieron que también nos sintiéramos castellanos, mitad y mitad, a los leoneses nos parecía ya que no nos podían pedir nada más complicado, pero vino la pandemia y resultó que sí. Nos pidieron primero que nos quedásemos en casa, luego que saliésemos todos a la vez, que no nos pusiésemos mascarillas y después que sí, más tarde que tuviéramos conciencia de los límites de nuestras respectivas áreas básicas de salud, que saliéramos a los bares pero no demasiado, que fuéramos al médico pero no mucho, que empezáramos a emborracharnos desde primera hora para rescatar así a la industria del ocio nocturno, que fumáramos pero sin tragarnos el humo y al poco que mejor nos los tragáramos para no echárselo al de enfrente... Será por tragar. La resignación con la que hemos ido encajando las órdenes, tan contentos de ser de aquí, ha debido de hacer que algunos supongan que ya nos pueden pedir prácticamente todo. Esta semana, por ejemplo, nos han pedido que no entremos ni salgamos de la ciudad y que no vayamos a pensar, malditos victimistas, que los derechos fundamentales de un leonés son más ni menos que los de un madrileño, así como que no hagamos preguntas incómodas para intentar entender por qué los de Navatejera sí se pueden ir de puente y los del barrio de San Mamés no. No os andéis comparando con nadie que salís perdiendo, acomplejados. La consecuencia de todo ello ha sido la más rocambolesca de las peticiones que hemos encajado. Leoneses, leonesas: salid a cenar en los restaurantes pero hacerlo a las ocho de la tarde, para ayudar a vuestra hostelería.

No es la primera vez que nos piden que nos acostemos siendo de Vegas del Condado y nos levantemos sintiéndonos profundamente centroeuropeos. Lo hicieron ya con las bicicletas, inaugurando carriles que por lo general no tienen principio ni fin, animándote a combatir con coches y camiones en una carretera en la que toda tu defensa es un dibujo infantil sobre el asfalto, pero invitándote a sentirte un holandés más. Al salario mínimo alemán o las ayudas autónomos de Bélgica ya tendremos tiempo de hacernos, no os ansiéis, pero de momento hay que centrarse en el horario porque, como dijeron hace años los gamberros de Muchachada Nui, se está perdiendo el concepto merienda-cena como se perdió, por suerte para todos, el concepto falda-pantalón.

Hasta ahora la petición se centra en la cena, no han dicho nada de que haya que madrugar más ni que nos vayan a quitar el derecho a tapa, aunque no se considera fundamental. Siguiendo las recomendaciones, uno tiene que sentirse un poco madrileño por las mañanas, para no salir zumbando de aquí, tomar vinos como un leonés pero sentado, comer como vasco y emborracharse en la sobremesa como toda la vida hicieron los asturianos, pero cenar como un refinado danés. Del menú aún no han dicho nada, puede que en breve nos digan que la cecina, con lo que mejor combina, es con el chucrut, pero la sabiduría popular ya se anticipó también a todo esto de intentar poner en valor la merienda-cena cuando sentenció que«vale más cenar dos veces que andar dando explicaciones».

Tendría un poco más de lógica que, en lugar de cambiar de nacionalidad, nos preocupásemos por no perder lo mejor de nuestro pasado, que tuvo en la vida comunal la esencia para transmitir valores a través de las generaciones y que, en esa misma vida comunal, podría encontrar las soluciones tanto para la pandemia como para afrontar el panorama que quedará después. Si comunal suena demasiado arcaico o demasiado hippie, se le puede decir «en red», para que nos entiendan en La Haya y sigamos el proceso sin la necesidad de quitarnos el palillo de los dientes.

Todo hace indicar que, con tanto cambio sin husos horarios, nuestra crisis de identidad se agravará aunque salieran leones de las alcantarillas. Como al parecer fuimos capaces de levantarnos una mañana siendo castellano y leoneses, ahora nos tenemos que acostar siendo centroeuropeos. Las previsiones anuncian que dentro de una década aquí seremos menos, más viejos y mucho más solos, así que la situación de los leoneses empieza a recordar a aquel mafioso de ‘Érase un vez en América’ al que preguntaban qué había estado haciendo durante los 35 años que había estado desaparecido y respondió: «Acostarme temprano».
Lo más leído