09/10/2019
 Actualizado a 09/10/2019
Guardar
No puedo asegurar que sucediera así, pero así puedo imaginarlo. Al caer la tarde, había salido Dios a dar un paseo por el paraíso, con la fresca, y acercándose al «árbol de la ciencia del bien y del mal», es decir, al manzano, echó en falta una manzana de la que estaba especialmente orgulloso, como creador. Llamó a Adán y a Eva a su presencia y les preguntó quién la había cogido. Ambos negaron que hubieran sido. Pero como no había nadie más por allí, pillados en mentira, se echaron las culpa: Adán a Eva y Eva a la serpiente. Aquella fue la primera mentira y desde entonces la mentira es consustancial al género humano.

Siendo una vieja compañera de viaje, sin embargo, la mentira nunca gozó del prestigio que tenía la verdad y, aunque hay verdades que duelen, todos las mentiras al ser descubiertas causaban sonrojo, vergüenza y hacían al mentiroso merecedor de escarnio. Porque mentir era feo y no nos gustaba que nos mintieran.

Utilizo el pretérito imperfecto, para hablar en pasado, pues tengo la sensación, como un picor, de que en el presente nuestra relación con la mentira y con los mentirosos ha cambiado. La mentira siempre ha pertenecido al ámbito de lo oculto, de los secreto, ya que, de salir a la luz provocaría escándalo. Sin embargo, en la actualidad, la mentira ocupa el centro de los focos, no se esconde, no disimula, se muestra tal cual es orgullosa y diva, convencida de que estos tiempos le pertenecen.

Nos sigue importando que nos mientan, claro, pero hemos elevado el nivel de tolerancia a la mentira, alcanzando récords de altura en campaña electoral. Es como si el guardia de seguridad que debe velar porque no se cuele mercancía de contrabando, quitara las pilas al detector para que deje de pitar, pues si no pita, todo es legal. La mentiras que mejor toleramos son las que refuerzan la cohesión del grupo y demonizan a los contrarios, que son todos los que no son del grupo. Mentiras azules, les llaman, y son aquellas con las que tragamos para ser aceptados y formar parte del clan. Así que, cuando os preguntéis, viendo un debate político: «¿Cómo alguien se puede creer esta mentira?» Ya sabéis la respuesta: Porque es una mentira azul. Sinestesias de la vida moderna.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
Lo más leído