Mensajes sin móvil

Telégrafos y telegrafistas con sus máquinas e inventos fueron uno de los grandes inventos de la humanidad, a veces usados con fines nada deseables. Hoy muchos no creen que ya había mensajes antes de los teléfonos móviles

Toño Morala
27/04/2020
 Actualizado a 27/04/2020
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Uno no se cansa de ir mirando esas cosinas que tanto ayudaron, en su tiempo, a la humanidad, como también, tienen la otra cara; a veces, se usaron para fines bélicos, y el maldito poder. Qué tendrá el poder que a casi todo el mundo le cambia la racionalidad y el ser buenas personas, por un egoísmo desacerbado… si total todos vamos para el otro barrio, no hay necesidad de amontonar fortunas y poner malas caras por el mundo adelante, y no hablemos de las guerras, terrible… pero uno, también se da cuenta, que la mayoría de estos inventores, pensaron sus proyectos con el único fin de que sirvieran para el avance científico y humano en todos los órdenes de la vida. La de inventores que se echaron para atrás y se maldijeron por el uso por parte de los poderes fácticos, de inventos que estaban pensados para todo lo contrario de su uso final… incluso alguno se ha quitado de en medio, y otros se torturaron hasta volverse locos; y lo de las patentes… estoy de acuerdo que durante algún tiempo se exploten por determinadas empresas, determinadas patentes industriales, pero cuando es una invención que necesita el planeta y sus gentes, ahí, sí que no valen patentes ni nada parecido; todos a una, y a ayudar a los necesitados, bien sea una medicina, vacuna, o cualquier invento que cure o resuelva las grades necesidades de gran parte de la tierra. Pero vamos al invento de hoy, vamos a escribir sobre él desde un punto de vista que el querido lector pueda comprender sin tantas fechas, nombres, intentar no cansar con estas cosinas tan importantes, y que, con un lenguaje normal, trataremos de hacer una pequeña reseña, el entretenimiento en el saber cómo ha ido la vida evolucionando con algunos inventos. Desde los orígenes de la humanidad, el hombre ha sentido la necesidad de comunicarse, y es ahí donde la historia nos muestra cómo su evolución ha estado siempre ligada a la transmisión de la información y del pensamiento; la sabiduría de los pueblos. Y fue el fuego y su dominio el primer trasmisor de noticias. También se cuenta, que los persas ya usaban la transmisión de informaciones a distancia mediante procedimientos ópticos, procedimiento perfeccionado posteriormente por los griegos. Estos usaron fuegos durante la noche y de la luz solar en espejos de día. Y pasamos de largo algo y nos ponemos con… «los cartagineses disponían de un sistema similar. Éstos situaban sobre torres de igual altura soldados provistos de un farol y un gran vaso lleno de agua en cuyo fondo había un grifo. Flotando en el agua se disponían unas tablillas dotadas de unos bastoncillos verticales de distintas longitudes. Cada tablilla tenía un significado: peligro, paz, guerra, victoria, derrota, etcétera».

Fue el fuego el primer transmisor de noticias; se cuenta que los persas ya usaban señales ópticasY pasamos al telégrafo óptico, este sí que hubo que darle a la cabeza. Los elementos esenciales del telégrafo óptico son: el indicador mecánico de varias posiciones diferentes para exponer signos, letras, etc., de acuerdo con un determinado código, la torre de cierta elevación, sobre la cual se monta el indicador, y el anteojo para poder divisar a mayor distancia las señales. En 1790 Claude Chappé y sus hermanos habían concebido un sistema de señales ópticas que permitía, por medio del correspondiente código, transmitir signos alfabéticos y numéricos a distancia, lo cual permitía enviar verdaderos mensajes, compuestos por palabras y siguiendo un código convencional. Con esta línea, ese mismo año de 1792 se enviaron con éxito los primeros mensajes entre París y Lille. Los trabajos de Chappé le son recompensados en 1793 nombrándole Ingeniero Telegrafista, siendo el suyo el primer título mundial de ingeniero radiotelegrafista. El 19 de julio de 1794 la Convención (gobierno francés) recibe el primer telegrama de la historia, en cuyo texto se anunciaba la toma por parte del ejército republicano francés de la plaza fuerte de Condé-sur-l’Escaut, hasta entonces en poder de las fuerzas austriacas. El mensaje decía: «Condé de nuevo en nuestro poder: La guarnición enemiga se ha rendido esta mañana».

A España llegaron las primeras noticias del telégrafo óptico de Chappé a cargo de La Gaceta de Madrid, la cual en su número del 14 de octubre de 1794 publicó los resultados de las pruebas de Chappé. Igualmente, el 4 de noviembre se da cuenta de las pruebas realizadas por el equipo del profesor del Real Observatorio de Madrid, don Salvador Ximénez Colorado, en las que se corroboraron los excelentes resultados obtenidos con catalejos de lentes acromáticas. Con el heliógrafo se podían transmitir señales en código Morse (código ya usado en los telégrafos eléctricos, ya existentes), mediante el uso de la brillante luz del sol, y ello lo constituyó en un sencillo pero muy efectivo instrumento para comunicaciones ópticas instantáneas a largas distancias. El telégrafo eléctrico constituye una de las primeras aplicaciones industriales de la electricidad.

Con el descubrimiento de las pilas eléctricas y de los fenómenos electromagnéticos, el sistema de comunicaciones a distancia recibió un gran impulso. Se puede decir que el telégrafo eléctrico nació en la primera mitad del siglo XIX para poder transmitir noticias a mayor velocidad que la del ferrocarril (que comenzó a desarrollarse por entonces), y de hecho, tuvo su primera aplicación en las primeras líneas ferroviarias. En los diez años que median entre 1854 y 1863 quedó constituida la primera red de telegrafía eléctrica, sobre la base de una red de estructura radial que, partiendo de Madrid, enlazaba con todas las capitales de provincia y principales ciudades incluyendo a Baleares y Ceuta, pero dejando fuera a Canarias y a Melilla. Estas líneas principales estaban unidas entre sí por otra serie de líneas transversales… y así, en 1863 ya habían construidos 10.000 km de líneas. Al terminar el siglo XIX se había alcanzado la cifra de 32.494 km. Como en tantos logros conseguidos por la ciencia, una vez más se puso de manifiesto que los investigadores españoles han sido pioneros en muchos de dichos logros, y en las comunicaciones telegráficas a través del mar también hubo pioneros españoles. La primera referencia escrita que se conoce sobre cables submarinos para transmisión de señales telegráficas se debe al español Francisco Salvá y Campillo. El 16 de diciembre de 1795 Salvá, en la Memoria presentada en la Academia de Ciencias de Barcelona, resaltó las ventajas del telégrafo eléctrico sobre el óptico para comunicar a dos pueblos separados por el mar, y escribió: «En ninguna parte pueden establecerse mejor los telégrafos eléctricos. No es imposible construir o vestir las cuerdas de los 22 alambres de modo que queden impenetrables a la humedad del agua. Dejándolas bien hundir en el mar, tienen ya construido su lecho, y sería una casualidad bien rara que alguno llegase a encontrarlas y descomponerlas, en su consecuencia, conduciendo los cabos hasta los parajes o casas donde se establezcan las máquinas eléctricas y sus respectivos instrumentos, podrán comunicarse todas las noticias del mismo modo y con mayor prontitud que se hace por tierra con los repetidos telégrafos.

Los ingleses Watson, Bewis y otros hicieron, en 1747, entrar parte del Támesis en la cadena por la que debía pasar la descarga de la botella de Leyden». En cuanto al alfabeto ideado por Morse, basado en combinaciones de puntos (dots) y rayas (dash) concretas para codificar cada carácter alfabético y numérico, Morse realizó un estudio largo, cuidado e inteligente de la lengua inglesa, a partir del cual dedujo cuáles eran las letras de uso más frecuente en este idioma, y asignó a éstas los códigos más breves, mientras que a las letras menos usadas asignó los códigos más largos. Este alfabeto, introducido en 1844, fue inmediatamente adoptado, al contrario de lo que había ocurrido con su equipo transmisor-receptor. Con su invento, Morse ganó una gran fortuna con la que compró una extensa propiedad, y en sus últimos años se dedicó a hacer obras filantrópicas, aportando sumas considerables a escuelas como Vassar College y la Universidad de Yale, además de otras asociaciones misioneras y de caridad. Y haría falta un gran telegrama mundial que pusiera… «nos falta más humanidad, y menos poder y dinero».
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