Menos mal que fue León

09/10/2020
 Actualizado a 09/10/2020
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No es que en los colegios se sea especialmente exhausto con la historia de lo más cercano. Siempre me sorprende que los niños aprendan antes quién fue Atila el Huno que, con algo de suerte, a alguno de los reyes leoneses. Sin embargo, una de esas cosas que se te quedan desde bien pronto grabadas en la memoria, quizás por esa curiosidad inherente a la infancia que hace preguntarse todo, es la respuesta al habitual: «¿Y por qué León se llama León»?

Entiendo que para un niño la respuesta esperada está lejos de la que terminan recibiendo, porque está claro que vende mucho más una fiera de leyenda en torno a la que se funda una ciudad que una legión romana en sandalias.

Es por eso que siempre me hace mucha gracia el pensar la identificación de la ciudad con un animal que no deja de ser una pura casualidad de la evolución del lenguaje y de la tradición durante miles de años. De Legio a León el camino es corto en letras y largo en años, pero sin duda hay que agradecer a la tradición el haber derivado así, porque sin duda que lo hubiera hecho en legaña o liga hubiera complicado las cosas.

A partir de ahí, uno mira con otros ojos cualquier representación de la ciudad a través de la figura del león, incluyendo las 1.245 esculturas de la salvaje fiera a la que ayer se le unió la sin duda más original y acertada. Vale más mirar a la visa sin pensar demasiado en el rigor etimológico, histórico o como quieran llamarlo y disfrutar de este nuevo punto obligado de visita para los influencers leoneses. Porque ver a un legionario saliendo de una alcantarilla no termina de ser del todo ‘instagrameable’, aunque dicen que en Bratislava tienen algo así y la gente lo visita, habrá que ir. De momento vamos a preocuparnos por lo que tenemos más cerca y de alguna manera agradezcamos a nuestros ancestros. Menos mal que fue León.
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