12/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Aquellos que hace dos días saludaban a las abuelitas y se hacían fotos con los niños, prometiéndonos el oro y el moro, finalmente se han quitado las pieles de cordero. Entre ellos se despellejan sin piedad, enseñándose los dientes, como perros que se disputan una carroña: Los despojos de unos miserables votos.

‘Por un puñado de pelos’ es una obrita de Paul Bowles, ambientada en Marruecos, que relata el hechizo de una bella mujer, para hacerse con su amor. Todo amor tiene algo de trampa, pero a pesar de ello, merece la pena quemarse las alas. Al otro lado, diametralmente opuesta, está la codicia de un puñado de papeletas, que no llegan a ni a una resma. Una obsesión enfermiza parece afectarle a Silván. En su día dijimos que, para un hombre que fue casi todo en la Junta, ser destinado a alcalde de León es como un castigo, un destierro, una purga. Pero el descalabro del PP, ha provocado que haya poco pastel que repartir y muchas bocas. Ante esta desdicha, el ex alcalde ha debido pensar que «menos es nada». «Que me quede como estaba» y ve, con mejores ojos, este paraíso donde el dinero, como las uvas, pende de las ‘enredaderas’ y algunos pillos andan sueltos.

El recurso de Silván, dígase lo que se diga, da a entender que las elecciones están viciadas –al estilo de Trump– lo cual sería gravísimo, pues un pucherazo, por pequeño que sea, convierte los comicios en una farsa.

En esta procelosa ciénaga, me parece valiente –sabiendo cómo somos– la postura de José Antonio Díez, decidiendo gobernar el Ayuntamiento en minoría. Algo que, en otros países menos histéricos, es habitual y funciona. Si sus actuaciones son convenientes, se aceptan. Si malas, se rechazan y, si hay dudas, se discuten. Pero eso aquí es difícil de conseguir, porque no se tira a las leyes, sino al hombre. Diga lo que diga o haga lo que haga.

Cambiando de tercio, también admiro la postura de Juan Martínez Majo, presidente de la Diputación y buen alcalde de Coyanza, pero al haber perdido la confianza de su pueblo, se declara dispuesto a abandonar la política. Todo un gesto, más digno que el berrinche de Silván. La diferencia es que Majo, como Díez, conocen ‘la soledad del corredor de fondo’.
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