Mendigo de caricias

09/04/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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Uno, dos, tres…ciento cinco, ciento diez…ciento cincuenta. Sin anestesia la cifra se deja caer ausente de pudor y cada año en el resultado de una resta trágica. Folgoso pierde 150 habitantes cada 12 meses y toca la barrera de los mil temblando. La estadística prima y el error no supera el cero. Toca a algo más de 12 los que se escapan por mes. Y el calendario avanza, como la resta. Folgoso se para y se recrea en su espejo. Del otro lado se ve atractivo, ni mucho ni poco, algo dentro de lo normal, incluso con un no sé qué…Pero nada. Los pretendientes se esconden en la urbanidad, bajo los tiestos que forman su particular bosque inanimado. Folgoso se presenta, intentando ofrecer conversación y quedarse con alguno de esos apéndices del teléfono móvil a los que no les importa vivir en un paralelo a lo real, para sí. Vuelve a rendirse. Y como no localiza ni por GPS interlocutor, decide ser él quien escuche. Le cuesta procesar esa constante apelación a la lucha contra el despueble que oye, el mayor reto político del todo a cien, se dice. Le cuesta, porque lo imposible está en ese paralelo, casi sumergido, del ‘no me importas’.Y sin acritud vuelve a decir ven. Tres letras para mendigar una caricia común de 150 habitantes, ¿tan difícil es conquistarles? Él, que se ha dejado la piel en darles bosques, en sembrar viviendas por las que babearían desde el paralelo, él que les acuna desde su río y les regala la sonrisa de pueblo. No basta. Y aun así, sin reproches, sigue pidiendo ayuda para latir, en perpendicular, a poder ser.
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