Puedes ser de uno de los oficios más viejos del mundo, Rey Mago (veinte siglos en el andamio, más o menos) y sin embargo no despreciar las últimas tendencias de la moda, la vida, la tontería o el postureo. Hay cosas que no cambian.
El mundo es de quien se vende bien. Un histórico de la filosofía rural decía que la Iglesia no se iba a acabar jamás porque cada misa es una pequeña obra de teatro, los ‘oficios’ de la Semana Santa un auto de pasión que para sí quisiera Els Joglars y las rogativas el último ejemplo de que la razón nada tiene que hacer ante la esperanza. «Y la tradición de los sainetes en los pueblos será tan eterna como los ritos religiosos».
Venderse bien. Mira el gimnasio. Antes de entrar el chaval a colgarse los guantes ya lleva puestos los sueños que le despiertan las fotos de los fieros campeones. Mitología pura y dura, leyendas del cine negro en mitad de tu calle. Entra y sueña.
Y en esta sociedad de sueños vinculados a héroes de la pantalla del fútbollas apariencias, nunca falta el chaval que hace a sus padres gastarse la pasta para que las botas sean de la marca que usa la estrella de su equipo, que ya apareció en todos los periódicos deportivos y los otros firmando el millonario contrato con una multinacional sospechosa de explotar niños en países lejanos.
«Es el mercado amigo», que diría un jeta. Pero de ahí a tener que informar de que el Rey Melchor ficha por Adidas debería ir un trecho.
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