jose-antonio-llamasb.jpg

Melancolía y nostalgia

04/01/2021
 Actualizado a 04/01/2021
Guardar
Propósito: Comenzar el año con la consigna de un ilustre paisano, Luis Mateo Díez: «Melancolía, sí; nostalgia, no». Nos lo propone en una entrevista a Natalia Álvarez. Y no parece pequeña recomendación para quien, como el cronista, entra en este, en el que va a cumplir ochenta años. Melancolía por verse ya incapaz de luchar para cambiar el mundo, propósito que constituyó el eje de toda una generación nuestra. Pero nostalgia ninguna por abandonar aquella feliz existencia basada en la tradicional desidia. «La edad es un perjuicio, y las ganas de eternidad no requieren amonestaciones» escribe él mismo en ‘Los ancianos siderales’. Y añade: «La nuestra, al fin y al cabo, es una edad congénita».

Lo de cambiar el mundo ha sido para la generación de los nacidos inmediatamente después de la guerra civil un mandato de conciencia ineludible y al que había que entregarse en cuerpo y alma, aún a sabiendas de la dificultad de la empresa y de las escasas fuerzas propias de unos jóvenes que apenas salidos del cascarón ya se topaban a la puerta con un montón de gentes sin escrúpulos y hartas de formar parte de los pelotones de fusilamiento.

Si entendemos melancolía como «propensión habitual, o circunstancial, a la tristeza» y nostalgia como «tristeza por estar ausente de la patria o del hogar, o lejos de los seres queridos» siguiendo a María Moliner, sabremos de qué estamos hablando. Y es en este sentido en el que la nostalgia, en estos tiempos de pandemia, ha de ser considerada como una enemiga a batir en retirada, dada su inutilidad indefendible. La melancolía, en cambio, signo y señal de inconformistas, ha sido y es el caldo de cultivo de nuestro seguir pensando que este mundo debe ser transformado, más pronto que tarde, si se quiere presumir de que los seres humanos inmersos en la civilización, continúan progresando hacia esa edad de oro, ideal y deseable, en la que se cumpla el sueño del ser humano de caminar hacia la luz y la alegría.

«Escucha, hermano, la canción de la alegría, el canto alegre del que espera un nuevo día» nos proponía Miguel Ríos en su versión del poema de Schiller y al que Beethoven puso música en el 4º movimiento de su 9ª sinfonía en Re menor, opus 125. «Todos beben de alegría/ en el seno de la Naturaleza. /Los buenos, los malos, / siguen su camino de rosas. / Nos dio besos y vino, /y un amigo fiel hasta la muerte;/ lujuria por la vida le fue concedida al gusano/ y al querubín la contemplación de Dios».

Melancolía, ninguna. Nostalgia, toda.
Lo más leído