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Mecánica terrestre

20/08/2022
 Actualizado a 20/08/2022
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Casablanca. Rick le dice a Ilsa: «Los problemas de tres pequeños seres no importan nada en este loco mundo». El mundo sigue estando loco, a pesar de que hayan pasado ochenta años. Y es que veintiún siglos de evolución no han servido para que dejemos a un lado las guerras, véase Ucrania y Rusia, Etiopía, Afganistán… Coreas divididas por fronteras inaceptables que marcan un límite injusto entre pasado y presente, vida o infierno, capitalismo salvaje o comunismo feroz. Hermanos separados por el destino de otras balas. Escritores que mueren a manos de fanáticos. El cambio climático que algunos aún creen patraña, nunca faltarán los negacionistas. Información a raudales, riadas de noticias, falsas, sesgadas, ciertas. ¿Cómo discernir entre el bien y el mal, la realidad o la ficción? Virus, pandemias, vacunas, efectos secundarios, aparatos que nos tienen controlados como en una peli futurista. Apocalipsis Now. Sin embargo, el mundo finalmente parece moverse solo, o lo que es lo mismo, empujado por pequeñas cosas. Y son esas cosas pequeñas, cotidianas, las que terminan por convertirse en salvíficas. Si algo nos salva de esta purga, si algo nos salva de la vida, será el arte y la literatura.

Entre mis lecturas de verano, debo confesar que hay dos libros que me han devuelto la esperanza en este loco mundo. Por un lado, los poemas de Cristina Peri Rossi, tan audaces, tan valientes, tan humanos. Por otro, los cuentos de la escritora madrileña Emma Prieto publicados por la editorial leonesa Eolas. Su pequeño gran libro ‘Mecánica Terrestre’, cuyo título he tomado prestado para escribirles esta columna, contiene todo lo frágil y lo bello, el amor y el dolor, lo cotidiano y la poesía de vivir a pesar de todo, aunque nos habite una hormiga en el ojo o nos llamemos Azul y no soportemos el vacío. Y es que todos tenemos grietas. Gracias a escritoras como Emma, podemos tocarlas.
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