No es la única referencia leonesa en las novelas de la recientemente fallecida escritora. En otra de sus novelas, ‘Los pacientes del doctor García’, más que una cita hay un claro homenaje a Lasciana, a la Fundación Sierra Pambley, a la Institución Libre de Enseñanza y al pintor Eduardo Arroyo, con el que lo hace tan explícito pues el personaje se llama Manuel Arroyo Benítez, y la propia escritora le confesaba a José Miguel Giráldez: «Lo hice en su honor». (La Nueva Crónica. 29/10/2018).


Y la voluntad de Dios matriculó a Manuel Arroyo Benítez en el Colegio Sierra Pambley con diez años recién cumplidos. (…) En el Colegio Sierra Pambley fue, desde el principio, un alumno sobresaliente (…) Cuando se enteró de que había tres becas disponibles para el bachiller en León, se mató a estudiar y sacó la mejor nota de todos los que se habían presentado al examen». Y aquel Arroyo se fue de Robles de Laciana al comenzar el curso de 1922, con solo 12 años, para iniciar una brillante carrera, sacando muy joven la carrera de abogado: «trabajaba en un bufete, mientras hacía los cursos de la Escuela Diplomática (…) Llevaba años preparándose para un viaje muy distinto. Pablo de Azcárate, que había conocido en 1922, había dirigido su carrera a distancia para ofrecerle un puesto en la Sociedad de las Naciones. (…) Vivió en Suiza durante casi seis años».
Y en esta parte de los textos dedicados a Manuel Arroyo aparece otra de las características de la novela de Almudena Grandes, como es el hecho de que va mezclando los personajes de ficción pura con otros históricos, como el citado Pablo Azcárate, sobrino del recordado Gumersindo Azcárate y nieto de Patricio, ejemplos evidente de intelectuales y politicos vinculados a la Institución Libre de Enseñanza. Ciertamente Pablo Azcárate comenzó su carrera diplomática en la entonces recién formada Sociedad de las Naciones, que abandonó para actuar como embajador del gobierno de la Segunda República en Londres durante la guerra civil española, lo que le obligó a exiliarse al término de la misma».
Una estrecha relación que recordaba la escritora en un sentido obituario al producirse la muerte de Eduardo Arroyo (febrero de 2018) que está enterrado en Robles de Laciana, cumpliendo su deseo. «En 2012 conté la emoción que sentí al pasar durante el viaje de vuelta (de Robles de Laciana) por Páramo del Sil y visitar el centro rural de innovación educativa Ángel González, instalado en la antigua casa de la maestra para recordar que una vez ocupó ese cargo la hermana mayor del poeta, por aquel entonces sólo un adolescente aquejado de tuberculosis que se trasladó a Páramo para curarse, y pasó su convalecencia en ese mismo edificio. Después he escrito mucho más sobre Robles y su entorno, hasta el punto de situar allí los orígenes de uno de los protagonistas de mi última novela publicada. Ese personaje se apellida Arroyo porque siempre le deberé a Eduardo otra emoción, la de conocer la trayectoria y el programa pedagógico del colegio Sierra-Pambley de Hospital de Órbigo, un foco tan inesperado como brillante del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza en una remota comarca minera».
Señalar que Manuel Arroyo es uno de los personajes fundamentales de la novela, junto al doctor García.
De los Arroyo de Robles de Laciana.