"Me gustaría que hubiera sabios de verdad tomando decisiones importantes"

Pablo Martín Caminero al frente de su trío de jazz actúa este sábado (21.30 horas) en Cerezales del Condado. Un referente del jazz español y una cita de esas que los seguidores del género no se perdonarían haber perdido

López Castellanos
08/08/2020
 Actualizado a 08/08/2020
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Cuando entrevistador y entrevistador sumaban ya más de cuarenta minutos de conversación sumidos en un ambiente agradable y complaciente, el primero lanzó su última pregunta. Sin intención, casi aferrándose al tópico.

¿Cómo ves el futuro? Pablo Martín Caminero inició la respuesta en modo adagio: «Muy esperanzador y muy brillante». A continuación se mostró andante: «La humanidad ha pasado por todo tipo de pruebas. Espero que en algún momento haya una verdadera transformación. No soy ni epidemiólogo ni politólogo… Sólo soy un músico que lee y se entera de las cosas».

Allegro: «Pero ya que me preguntas, voy a soltarlo como lo siento: me da mucha pena que se hable tanto de unas cosas y sin embargo no se hable de las más importantes. Me da pena que no se hable de la corrupción, el mal más profundo que tenemos. Me da la sensación de que el sistema en el que vivimos está totalmente corrupto y podrido en sus bases».

Vivace: «Espero que, en algún momento, se produzca la transformación. Me da vergüenza que se gasten millones y millones en armamento y no se pague bien a los profesores y sanitarios. Es de sentido común, pero toda la conversación social parece aceptar ese hecho».

Accelerando: «Me gustaría ver a un ministro o a un presidente de Gobierno pasando las pruebas que ha de superar un contrabajista para ganarse su puesto en la Orquesta Nacional. Cuando eso suceda, las cosas empezarán a ser un poco más justas. Mal vamos si estas personas, que acceden a sus cargos en muchos casos sin ninguna preparación, han de decidir sobre las grandes cosas… Me gustaría que hubiera sabios de verdad tomando las decisiones importantes».

El contrabajista vasco volvió otra vez a la pregunta. Nuevamente adagio: ¿El futuro? «Espero que haya una transformación grande y que las generaciones futuras recuperen la capacidad de concentración. ¡Qué suerte tenemos de vivir en un planeta vivo!».

Las respuestas de Caminero no fueron una sorpresa. Son índice del compromiso que tiene adquirido con la realidad y que manifiesta indisimuladamente a través de su vocacional oficio de músico, al que le ha entregado toda su vida… y lo que te rondaré morena. Quizás se le conozca sobre todo por su vinculación al jazz, del que es referencia indispensable, pero su empeño creativo se ancla en diferentes enclaves. Su biografía, copiosa en referencias y detalles, delata su polivalencia y su condición abierta. La pandemia le pilló a punto de emprender camino a Alemania para formalizar varias actuaciones, pero obligado por la clausura (durante la que también se ejercitó en el arte de la jardinería) soltó en el mercado, cual trapecista sin red, su nuevo disco, ‘Bost’, y se embarcó en el desarrollo de un proyecto a través del cual rendir tributo a los guitarristas flamencos y que ya ansía un escenario y un estudio de grabación para desplegarse. Caminero procede del mundo de la clásica, del que no se ha ausentado y con el que sigue estrechando numerosos lazos, si bien nunca se ha dejado arrastrar por la restricción o la simplificación. «Tengo un cóctel muy extraño en mi formación. Cuando acabé la carrera de música clásica, decidí no estudiar jazz académicamente. Quería que todo lo que aprendiera fuera de la manera más intuitiva posible. Y sigo en ese camino… Aún hoy, a mis 46 años, estoy en período de formación».

Y así, ora se sumerge en el maridaje entre jazz y flamenco ora pone su música al servicio de espectáculos de danza ora se sumerge en las posibilidades sonoras del lenguaje audiovisual (suya es la banda sonora de la hermosísima película de naturaleza ‘Guadalquivir’)… Son las anotaciones de una trayectoria que sublima su condición de músico y donde queda reverenciado su carácter más orgánico. Por eso, le encanta la suerte del escenario, el momento donde fundirse con músicos y público y construir bajo el dominio de la inmediatez los puñados de emoción que subrayan sus melodías. Y en esta nueva normalidad, ha confirmado la celebración de varios conciertos “un gusto, una felicidad y una necesidad vital”, uno de los cuales tendrá lugar este sábado, día 8 de agosto (21.30 horas; entradas con cita previa), en Cerezales del Condado dentro de la programación cultural de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia. Lo hará en compañía de otros dos músicos insignes del jazz nacional, el pianista gallego Abe Rábade y el baterista y percusionista madrileño Daniel García, «uno trata de estar cerca de músicos de esta talla para aprender», y bajo el título de ‘Recital para contrabajo de jazz’, donde se citará un repertorio compuesto por estándares y temas de composición propia. «El contrabajo es un instrumento fundamentalmente de acompañamiento pero tiene una vertiente melódica, solista, sobre todo con el arco, que está poco desarrollada. Quizás por venir del terreno de la clásica, siempre he investigado la manera de interpretar con el arco las melodías del jazz».

No cabe duda de que Pablo Martín Caminero eleva principalmente su prestigio sobre los pilares que le proporcionan la hibridación de jazz y flamenco. Su nombre se rotula ya con trazo fuerte y destacado frente a nombres del privilegio de Jorge Pardo, Chano Domínguez o Gerardo Núñez, entre otros. «En la composición de jazz-flamenco hay mucha emoción todavía por extraer, mucho camino por recorrer». El músico vitoriano se aproximó a la particularidad del flamenco gracias a la impronta de Paco de Lucía –Caminero ha escrito sobre él que le tatuó su arte en el alma: «lloraba de emoción escuchándole e intentaba saber qué se escondía tras toda aquella música» — , también a esa generación de músicos que, a la sombra del maestro, no desgajó el jazz del flamenco, tales como Jorge Pardo o Carles Benavent, bajista de gran influencia para él. Fue en Viena donde incubó su pasión en primera línea por el flamenco tocando con un guitarrista alemán-japonés, Michio Woigardt. «A partir de ahí me fui enganchando». Luego, aquel ejercicio de estilo que trataba de caracterizar y cultivar se convirtió en uno de los ejes de su vida musical. «En el flamenco-jazz acabé de una manera natural y justo en un momento de explosión del género». Ahí está su contribución al universo que funde flamenco y jazz y queda traducida en los cinco álbumes que ha publicado ya. «Si realmente he hecho una contribución ha consistido en ampliar el repertorio del género, aplicando algunas de las técnicas de la guitarra en el contrabajo e imitar algunas de las maneras del cante sin renunciar a un lenguaje más personal. Consciente o inconscientemente uno va creando un perfil por el que es aceptado. Soy un músico autónomo que se gana la vida haciendo lo que le gusta». Un flamencólogo del prestigio de Faustino Núñez habla de un nuevo palo flamenco, las camineras, nacido de la capacidad creativa del contrabajista vasco. «Así lo dijo en una conferencia y el ego de uno se aferra a esa fantasía».

Pablo Martín Caminero lidera varios proyectos, siendo quizás el más relevante su quinteto, en el que militan algunas de las señeras figuras del jazz patrio. «Además de compañeros, son amigos. Con ellos tengo una confianza absoluta. Es una combinación ganadora. Nos subimos al escenario y pasan muchas cosas. Eso es lo que buscamos: tener una experiencia potente y visceral, que exista una combinación especial de personalidades». El grupo está detrás de la discografía de Martín Caminero, también del último, ‘Bost’ («hay flamenco, pero en muchos casos encubierto», editado como el resto por el propio sello del contrabajista vasco. Parte de la inspiración la encuentra Caminero en su experiencia personal (‘Salto al vacío’, de2016, debe su nombre al salto en paracaídas que hizo) y así se manifiesta en cada uno de sus testimonios sonoros. Regresar a los escenarios permite a Caminero reencontrarse con el público, fundamental en su trabajo y con el que quiebra continuamente la cuarta pared. «Durante la pandemia di un concierto online y enseguida supe que me faltaba algo. Me resultaba imposible conectar energéticamente con el público. Con los espectadores se genera una relación, diferente con cada uno de ellos. Me gusta comunicarme con ellos, quiero que la interacción sea lo más aprovechada posible, que la experiencia pueda exprimirse mutuamente al máximo. ¡Qué suerte tenemos de volver a estar juntos!».
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