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Mato y arraso, luego existo

01/05/2022
 Actualizado a 01/05/2022
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Pienso que Putin no tiene a Franco ni a Hitler como referentes. Además, creo que sus personalidades son muy diferentes. Pero la obra de estos tres jerarcas guarda cierta similitud por lo que respecta lanzarse a una guerra con nulos escrúpulos humanitarios. Les es en común el nacionalismo a ultranza, aunque en el caso de Franco la ambición se limitase, no en extender las fronteras –ni siquiera consiguió recuperar Gibraltar–, sino en una guerra intestina de limpieza ideológica, vanagloriándose a base de retórica con rimbombantes frases como: «Por el imperio hacia Dios», «Una, grande y libre» y «España es una unidad de destino en lo universal». Franco alcanzó su excelencia superlativa tras un golpe de Estado y subsiguiente guerra civil. Hitler y Putin lo hicieron a través de las urnas. Pero, una vez sentados en el pedestal, los tres crearon un poder omnímodo sin limitaciones, implantando una férrea y cruel dictadura. Hitler hasta su derrota y suicidio. Franco murió en la cama, pero ha dejado rastro. El final de Putín está por ver.

El Caudillo no tuvo escrúpulos en que se bombardease Guernica, Durango, Barcelona, Madrid, ni que se matase indiscriminadamente a multitud de civiles en Badajoz y en Málaga. Incluso, dentro de una gran represión de posguerra, no le tembló el pulso en dar el ‘enterado’ para el fusilamiento de Julián Grimau 24 años después de acabada la guerra civil; más el de dos etarras y tres miembros del Frap en 1975, pese a la intensa campaña internacional contra las ejecuciones, incluida la súplica del Santo Padre.

El Führer tenía en las entrañas desde su uso de razón el resentimiento y la revancha contra la humillante resolución que sufrió Alemania por el tratado de Versalles, al final de la I Guerra Mundial. Se hizo con el poder consiguiendo reanimar la economía y rearmar poderosamente el ejército. Lanzose a la ofensiva para devolver a Alemania su prestigio y en un santiamén se hizo con Austria y Checoelovaquia y, por último, tras anexionar Polonia, provocó la II Guerra Mundial, ocupando más de media Europa. Exterminó a millones de judíos y distintas etnias recluyéndolos en campos de concentración ignominiosos, en la convicción de que la raza aria era una casta superior destinada más tarde o más temprano a ejercer el control del mundo.

Al igual que a Hitler, a Putin le ha comido el resentimiento de ver a la URSSdescompuesta, no sólo territorialmente, sino en el campo social y económico, calificando el hecho como el mayor desastre mundial contemporáneo. Dolorido por los varios fracasos de una Rusia desmembrada, guerra fallida en Chechenia y el abandono vergonzoso de Afganistan, Putin, llegado al poder, no ha dado a Rusia más que triunfos. Ganó la segunda intervención en Chechenia arrasando por entero Grozni, la capital. Se ha hecho con la península de Crimea. Sacó a la Iglesia Ortodoxa rusa del ostracismo y, tras el éxito militar en Siria, no le vendría mal que se le conozca como Arrasad al-Matar. En el escenario interno, no tuvo ningún reparo en emplear una sustancia toxica para liberar el teatro Dubrozca de Moscú, secuestrado por islamitas chechenos, ocasionando 170 muertos. Otro luctuoso suceso aconteció en la escuela de Beslán, donde otros islamitas chechenos tomaron como rehenes a 1.181 personas, la mayor parte niños. La fuerzas rusas no anduvieron con melindres en el rescate al ocasionar 334 muertos y más e 700 heridos.
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