03/07/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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La palabra eutanasia viene del griego y suele traducirse por buena muerte. Pero, dicho sin eufemismos, es matar a una persona con la disculpa de que hay que evitarle el sufrimiento o porque su vida parece que ya no tiene ningún sentido. Cuando la pide el propio paciente podríamos llamarle suicidio asistido. No vamos a fijarnos ahora en su larga historia, ya desde la antigüedad, si bien hay un momento que nos viene especialmente a la memoria cuando oímos esta palabra: la época del nazismo.

Independientemente de las razones en pro y en contra que pueda haber y de las distintas modalidades, llama la atención que determinados partidos políticos, en lugar de atajar los graves y urgentes problemas de la sociedad,parecen estar obsesionados con la consideración de la eliminación de la vida como un derecho fundamental. Y no quedan tranquilos hasta que no aprueban ya sea esta eliminación en los comienzos (el aborto) o en la etapa final (la eutanasia) así como el favorecer la anticoncepción. Son un claro ejemplo de lo que san Juan Pablo II llamaba «la cultura de la muerte».

Ciertamente oponerse a la eutanasia no debe confundirse con la defensa del llamado ensañamiento terapéutico ni con el rechazo de los cuidados paliativos. Al contrario, es aquí donde habría que invertir mayores esfuerzos y dineros. Pero, claro, esto parece que no interesa. Del mismo modo que sale más barato el aborto que ayudar a las madres y a las familias a sacar a sus hijos adelante.

No dudamos que la eutanasia pueda tener también sus cosas positivas: cada viejito que se manda para el otro mundo es un alivio para la seguridad social, una pensión menos que pagar y unos gastos sanitarios que se ahorran. Para muchas familias será una manera muy fácil de quitarse el muerto, o mejor dicho el vivo después de matarlo, de encima.

Lo malo no es que haya políticos entusiasmados en sacar adelante estas leyes, que no entiendo por qué llaman progresistas. Lo malo es que mucha gente les da la razón. Parece ser que el Partido Popular ahora ha votado en contra. Se agradece. Pero que sepan que, si no abandonan de una vez sus complejos que les llevan a querer contemporizar con ese falso progresismo enemigo de la vida y de Dios, están aplicándose a sí mismos la eutanasia. ¿O acaso no se dan cuenta de que el día en que abrazaron e hicieron propia la actual ley del aborto, eliminando el proyecto Gallardón en defensa de la vida, empezaron a cavar su propia tumba?
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