marta-del-riego-webb.jpg

Matar a un ruiseñor

30/10/2020
 Actualizado a 30/10/2020
Guardar
Me gusta Atticus Finch, el abogado viudo que trata de sacar adelante a sus hijos y defender lo que parece indefendible en ‘Matar a un ruiseñor’. Me recuerda a mi padre, también viudo, abogado y luchador por causas perdidas. A principios de los 2000 se le ocurrió hacer una pregunta en una reunión de la Confederación Hidrográfica del Duero –con sede en Valladolid–; donde se daba una –curiosa– tendencia a que los cargos fueran ocupados por políticos-burócratas puestos a dedo por los dos grandes partidos, empezando por el propio presidente, a quien nadie vota, sino que lo nombra el partido en el gobierno y las grandes hidroeléctricas, dirigidas –curiosamente– por ex políticos de los dos grandes partidos. Mi padre, vicepresidente, era el único elegido democráticamente: las comunidades de regantes de la cuenca del Duero lo habían elegido a mano alzada. Pues bien, se le ocurrió preguntar cuántos gigavatios de electricidad producían las centrales hidroeléctricas de León y a cuánto se vendían en el mercado eléctrico, ya que por el volumen de agua en hectómetros cúbicos él sabía que la producción y el margen económico eran muy altos. Hizo una pregunta directa. Cayó en la sala un silencio como una losa, miradas desconcertadas. Y después, se montó la revolución.

Mi padre quería saber los beneficios que obtenían las hidroeléctricas para negociar con ellas y que repercutieran en nuestra provincia. O si no, que se llevaran sus empresas a otro sitio. Lógico, ¿no? Si aprovechaban los recursos naturales de una región sin industria como León, debían pagar por ello. No le bastó la respuesta evasiva que le dieron y estuvo investigando. Por supuesto, todas las puertas cerradas y los partidos políticos defendiendo a las hidroeléctricas como si fueran ONG.

La pregunta de mi padre se quedó sin respuesta, aunque ese año –curiosamente– fluyó el dinero en cascada para todo tipo de subvenciones.

Lo que está sucediendo con los parques eólicos en León me trae a la memoria esta historia. Naturgy y Green Capital Power proyectan cinco grandes parques eólicos en la Montaña Central y otros tantos en La Cabrera. Están a la caza de las subvenciones de la Unión Europea para zonas deprimidas. Energía limpia, puestos de trabajo, dicen. La realidad es que se llevan las subvenciones, destruyen nuestro paisaje, generan poquísimos puestos de trabajo y, además, obtienen grandes beneficios con la producción de energía. Beneficios que jamás repercuten en la zona donde se originan. Volvemos a lo mismo, a los embalses que inundan nuestros valles y a la energía que se llevan otros. Molinos que destruyen aves y bosques, abren autopistas en el monte, inundan la tierra de hormigón. ¿Volverá a suceder? No. Porque esta vez todos vamos a ser Atticus. Vamos a preguntar, vamos a hurgar y, sobre todo, vamos a detener este crimen contra nuestro patrimonio natural.
Lo más leído