01/10/2019
 Actualizado a 01/10/2019
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Con demasiada frecuencia nos llegan noticias estremecedoras de padres que matan a sus hijos. Una de las últimas es la de un menor, de dieciséis años, que mató a su hijo recién nacido y lo arrojó al río Besós. No pretendemos juzgar ahora al joven padre, a pesar de la crueldad de su acción criminal. Si tiene un poco de conciencia bastante castigo tendrá para él a lo largo de su vida.

Por otra parte es de admirar el esfuerzo de la policía para rescatar el cadáver, con resultados positivos. No miraron el coste ni las dificultades de la operación y a nadie le parece mal que se monte este despliegue. Pero hay que reconocer que esta misma sociedad que se estremece ante un hecho tan grave sea totalmente permisiva ante acciones tan crueles.

Imaginemos que la joven adolescente hubiera acudido durante el embarazo ante determinados servicios sociales. Lo más normal es que le hubieran dicho, como en otros miles de casos, que no se preocupara, que la Seguridad Social o clínicas privadas se encargarían de la destrucción del niño, sacándolo ya muerto de sus entrañas. Eso es el aborto. Y de poco vale que pretenda disimularse eufemísticamente llamándolo «interrupción voluntaria del embarazo» o mirar «por la salud reproductiva de la madre». El niño es exactamente el mismo que hubieran matado antes de nacer que el que fue arrojado a las aguas, y no precisamente como Moisés. En todo caso la semejanza de ambos casos es que detrás están los políticos de turno, o sea, el Faraón o los gobernantes actuales que consideran un derecho el deshacerse de un hijo.

Si la mamá del niño arrojado al Besós hubiera abortado, parecería que el hecho de acabar con la vida de su hijo sería sencillamente el ejercicio de un derecho y sus restos podrían descansar tranquilamente en un contenedor de basura. Alguien podría decir que estamos exagerando o que pensar así es de fachas, pero es la pura y dura realidad.

A veces es muy fácil desde los servicios sociales invitar a una mujer a abortar, y lo mismo practicar los abortos en los quirófanos… pero olvida este personal que son muchas las mujeres que con el paso del tiempo no se perdonan lo que han hecho, y no es fácil ayudarles a encontrar la paz de conciencia. Precisamente es muy importante el papel que está realizando el llamado ‘Proyecto Raquel’ para ayudar a estas mujeres que han abortado y de cuyo sufrimiento posterior, nadie les advirtió. Y es que matar a un hijo es algo muy serio, sea cual sea el método empleado.
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