03/06/2023
 Actualizado a 03/06/2023
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Primer round. Ya pasaron las municipales. En Moncloa han podido ponerse el termómetro. Que sí, que no, que en realidad no se sabe porque en las poblaciones uno elige alcalde o alcaldesa por la persona, independientemente del partido al que represente. Pues seguramente, pero si sumamos algunas autonómicas algo de pulsómetro podría haber sido esta jornada del 28 de marzo.

El caso es que en campaña todos se sienten muy lejanos de sus contrincantes. Ningún pez grande se quiere parecer al chico que le hace sombra, por si las moscas; mejor acaparar, centralizar el voto, aunar fuerzas, no vaya a ser que venga la ultraderecha o que lleguen los comunistas rastafaris. La cuestión es asustar a la población o intentarlo.

Pero esta gente, ¿de qué va? Si siempre es el mismo cuento. Hoy no te quiero ni en pintura y mañana te deseo. Quiero pacto.

Cada vez que hay elecciones se repite el relato, porque a la hora de hacer recuento, la verdad es que la población está dividida. Hay quienes tienen claro el color, otros lo prefieren más diluido o extremo y luego están los nacionalistas. Lo único que ha desaparecido es precisamente lo que todos quieren ser, el centro.

Que no, que ya está bien de argumentos archirepetidos, a otros ya con la farsa. ¿Por qué la política parece estar reñida con la autenticidad? ¿Cuándo piensan quitarse las máscaras y ser más honestos? Mi voto en las generales será para el candidato/a que sea sincero, que me diga de antemano que pactará con quien haga falta por sacar adelante unos presupuestos que beneficien al país, para el que pida perdón por las promesas incumplidas, por lo que podía haber hecho mejor y se le ha quedado en el tintero. Lo sé, lo sé, querido lector. Ya sé que está pensando que soy una ilusa, que votaré en blanco. Y seguramente tienen razón, pero nunca deberíamos perder la esperanza en que algún día se quiten las máscaras y aterricen a nuestro lado con la cara lavada, en tierra firme.
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