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Más tiempo al tiempo

28/03/2020
 Actualizado a 28/03/2020
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Se le ha dado más tiempo al tiempo, a ver si nos vamos curando y descubrimos cómo no enfermar. El coronavirus, esté o no, ha contagiado al tiempo, tanto al personal como al colectivo. Los síntomas son muy distintos dependiendo de cada persona: para algunos, sobre todo para los trabajadores de la sanidad, el tiempo se ha acelerado y los días se acumulan atropelladamente. A la vez, el tiempo está muy lejos de poder medirse por los relojes: una hora puede parecer un segundo o un día entero. Para otros, confinados en casa, el tiempo se ha convertido en un caracol que se desliza por las esquinas de las habitaciones y cuyo rastro cada vez es más pegajoso según van pasando las semanas.

Hablo con mi primo R, que trabaja en una fábrica de papel en Zaragoza. Está agotado. Con el furor del papel higiénico está trabajando sábados y domingos y haciendo horas extra sin parar. Su pareja, M, limpiadora, apenas descansa tampoco, con turnos de día y de noche.

Después de una semana encerrada, me toca otro ‘paseo espacial’ hasta el supermercado. ¿Cómo lo lleváis?, le pregunto a la cajera. Su voz llega amortiguada por la mascarilla. Mal, contesta, la gente no tiene cuidado, no respeta las distancias y a algunos los ves cuatro o cinco veces por semana, vienen, cogen alguna cosina y hasta el día siguiente. Dice P que por los pasillos del supermercado se va como en el juego del comecocos: hay quien corre y hay quien huye.

Mi cuñada, N, ha pasado estos días fabricando mascarillas en el centro de formación profesional de Vigo en el que da clase: han hecho más de siete mil en una semana. Merecen un aplauso de balcón o un rato de castañuelas, como las que toca una de mis vecinas. Esto es peor que la guerra, dice mi abuela P, porque a este enemigo no se le ve. Pienso en mi abuelo J, que nada más volver de la calle siempre nos obligaba a mi hermana y a mí a lavarnos bien las manos, aunque sólo quisiéramos sentarnos a ver la tele.

En los descansos del ordenador, he afilado todos los lápices que tenía en la mesa. Estos días cruzan frente a mi ventana, como meteoros, urracas y palomas torcaces. Es una metáfora tan fácil que no debería escribirla: cómo vuela el tiempo.
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