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Más que veinte catequesis

01/07/2018
 Actualizado a 15/09/2019
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Ayer fue un día grande. De los que ya no se ven desde que nos hemos hecho a la idea de que no hay más Dios que el propio yo y de que no hay más objetivo que el de vivir con el máximo de placer y el mínimo de exigencia. ¡Vela ahí! Con esos parámetros no vayas con la turra de que la vida tiene sentido si la damos en gratuidad y de que hay esperanza más allá del horizonte. En nuestra España de la fiebre del sábado noche no te entenderán. Tu mensaje saldrá por Onda Media cuando su dial sólo tiene Frecuencia Modulada; o si quieres, tú andarás con octavillas de papel mientras ellos no se apean del i-pad. Aun así, quedémonos con que también en esta cuestión «hay gente p’a tó».

Hubo signos de que algo excepcional se estaba produciendo dentro de la Pulchra Leonina: cientos de personas bien trajeadas, transparentes vitrales y acordes del magnífico órgano, sillas suplementarias y pantallas de circuito cerrado de TV, flores frescas y velas encendidas, ornamentos sacados de armario añejo y un ceremonial cuidado, en el que participaban algunos obispos, muchos sacerdotes, todos los seminaristas, la Capilla de Música de la casa, familiares y amigos de los protagonistas del momento y fieles cristianos de cientos de procedencias y con diferentes niveles de compromiso. La Iglesia diocesana de León se había puesto de tiros largos. Allí estaba, con su vitalidad y su vejez, con sus esperanzas y sus acedias, con sus afanes y sus siestas, con su larga historia y con su futuro que parece amenazado. Y allí estaba lanzando el mensaje de que acoger el Evangelio de Jesús de Nazaret merece la pena. Obispo tuvimos en León que afirmaba que una celebración litúrgica cuidada y viva valía más que veinte sesiones de catequesis.

Allí, en la mañana, confluyeron los cincuenta años exactos de ordenación sacerdotal del obispo Julián López Martín; el presbiterado, en edad dorada, para Manuel Mariño; y el diaconado para cinco hombres, tres más jóvenes y los otros no tanto: el peruano Erick Chirinos, el hispano-boliviano Davor Coca, el italiano David Merini y el leonés Jeremías García de la Iglesia (los cuatro en camino hacia el presbiterado) y también, en el diaconado permanente, el profesor leonés Juan José Lanero, que «sabe latín»… y hasta chino.

Cada uno con su historia personal a cuestas. Diferente. Desigual. Compleja. Oscilante. Pero todos con una seguridad (la gracia de Dios) y un propósito (su entrega firme al ministerio). A los demás se nos encargó presionar para que se hagan realidad. A ello nos ponemos.
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