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Más que pájaros

20/03/2016
 Actualizado a 16/09/2019
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Manuel González, biólogo leonés, y su socia y compañera de aventuras ambientales María Cano, ésta de origen alcarreño y madrileña por nacimiento pero gran conocedora de la provincia leonesa y de Asturias, en cuya Universidad trabajó algún tiempo como Manuel González en la de León, fundaron ya hace tiempo una pequeña empresa medioambiental cuyo nombre es toda una definición de sus intereses: Más que pájaros. Por lo demás, el nombre sirve también para describir a una especie zoológica a cuya salvación los dos socios y amigos han dedicado muchos de sus desvelos y, en el caso del leonés, su propia tesis doctoral. Ahora, gracias a una campaña de crowfunding, esa fórmula voluntariosa con la que se financian en este país los proyectos más interesantes ante la falta de apoyo oficial, están rodando un documental que les ha traído a mi casa, pese a que mis conocimientos del tema son mínimos. Porque del urogallo cantábrico yo sé lo mismo que todos: que se trata de una especie en peligro de extinción, que es muy difícil de ver, pues vive en lo más hondo del bosque y es muy huidizo, y que para muchas personas es un animal totémico, como el oso pardo, de la cordillera cantábrica en sus dos vertientes. El secreto del bosque: memorias del urogallo cantábrico es el título del documental, en el que participan muchas personas relacionadas por una razón u otra (hay investigadores, biólogos, guardabosques, vecinos de las zonas donde habita o habitaba el urogallo, incluso cazadores furtivos de tiempo atrás que se han convertido ahora en sus mayores defensores) con ese gallo salvaje que es un símbolo de la cordillera cantábrica junto con el oso pardo y alguna especie menor. Alrededor de cuatro centenares se calcula que quedan en la montaña asturleonesa y el número de urogallos sigue disminuyendo a la par que se reducen, según los investigadores, las zonas en las que habita. En el este de la cordillera, antaño pródiga en ellos, ya desapareció del todo y, en la provincia de León, los ejemplares que quedan se concentran en los bosques de comarcas como Omaña o el alto Sil, lo que demuestra que el hombre es su mayor enemigo. Tanto Omaña como el Sil o la Cepeda son zonas prácticamente despobladas. Así que el urogallo corre la misma suerte que el oso, sólo que éste goza de mayor popularidad. Que no desaparezca, sin embargo, es responsabilidad de todos y no solo de esas personas voluntariosas que sin apenas medios ni ayuda luchan por su supervivencia. Porque, aunque algunos no lo comprendan, o no les importe un rábano, los urogallos son más que pájaros, como los osos son más que osos. Son testigos de nuestra evolución e historia y espejos de nuestra propia fragilidad como especie.
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