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Más que Madrid

06/05/2021
 Actualizado a 06/05/2021
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Hay algo mejor que tener razón y es que el tiempo te la termine dando. Con esa cara de satisfacción contenida habló íñigo Errejón ayer en el Congreso de los Diputados. El eterno imberbe de la política española es el tapado de la batalla épica de final de temporada que han sido las elecciones del 4 de mayo. Su partido, Más Madrid, con el que dio portazo a Podemos tras discutirle el liderazgo a Pablo Iglesias, se ha convertido en segunda fuerza política en esa autonomía (empatado en diputados pero por delante en votos al PSOE) y saludando por el retrovisor a su viejo partido y a su viejo amigo. Íñigo y Pablo se distanciaron por la obsesión del primero por el pragmatismo de izquierda revolucionaria y por la obstinación del segundo en un hiperliderazgo escondido en asambleas pero al estilo de los totalitarismos comunistas.

Si alguien no engaña a Errejón es Iglesias y sabía que la intención del vallecano de las urbanizaciones de Galapagar no era una lucha de fondo para transformar la sociedad, sino una rebelión breve, incoherente y de gran alboroto como las sentadas que juntos protagonizaron en el suelo de las facultades. Hay que reconocer que el exvicepresidente, anunciado exsecretario general de Podemos y exconquistador de los cielos, cada vez engaña menos. Su interpretación chusquera de la renuncia digna tras un Mortal Kombat con Isabel Díaz Ayuso es el epílogo (de momento, es más entretenida la televisión que la gestión) de su forma de entender la política y lo público, como uno de los ‘Parásitos’ de Bong Joon-ho que se infiltraban en una familia de ricos porque su objetivo era terminar siendo casta sin dar palo al agua. Envidia de clases. Errejón quiere algo más que Madrid y tiene paciencia. Quiere resucitar la Izquierda Unida moderada de inicios de siglo, aquella de Paco Frutos que según cuentan hizo que un joven Pablo Iglesias rompiera su carnet del Partido Comunista tras el pacto con el PSOE de Joaquín Almunia.
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