Más allá del balón

Por Pablo Campos

29/10/2020
 Actualizado a 29/10/2020
Antonio Martínez busca un balón dividido durante un partido de la campaña pasada. | MAURICIO PEÑA
Antonio Martínez busca un balón dividido durante un partido de la campaña pasada. | MAURICIO PEÑA
Dicen los que le conocen que Antonio es un gran tipo. No tengo el gusto, pero sus palabras de despedida parece que salen del corazón, el de otro culturalista. Son legión en los últimos tiempos. No es de extrañar. León envuelve y la Cultural paga como un banco y reloj suizos. Si, además, tienes padrino y te abraza el poder, el camino de vuelta está marcado. A Martínez ya se le espera de regreso en la sede del Reino de León. Y el balón, ¿qué tiene que decir?.

El ex capitán cayó de pie. Fichaje bandera de Aspire, sueldo galáctico y brazalete de capitán a las primeras de cambio. Sin embargo, fue indiscutible a los ojos de los dirigentes y no en la pizarra de sus entrenadores. Solo Cea le dio ‘bola’. Sus rodillas, antes y durante, y la falta de confianza le relegaron a un rol deportivo secundario, la razón por la que tantos jugadores cambian de aires cada año. Antonio no. En su peor momento, recibió una oferta de renovación, en el mes de marzo de la temporada en curso, antes que nadie. El primero de la clase.

Ni siquiera la obligada rebaja salarial le apartó de la sospecha. Iván Bravo, su mentor, y Felipe Llamazares, «mi amigo», le confiaron la gestión de un vestuario que antes y después del descenso ardió en llamas, en muchos casos perdiendo la confianza en el supuesto líder cuya cercanía a la autoridad, deportiva y política, chirrió. Aquellas confesiones nocturnas en el Café Victoria, los exclusivos cumpleaños en el Olímpico de León, el círculo ‘pepero’…

De repente, como si el maldito penalti fuera un guiño del destino, su papel de benefactor ya no parecía suficiente y desde todas las parcelas, la deportiva con más fuerza y menos ataduras, vieron necesaria su salida. En el choque amistoso de Valdebebas fue el único jugador sin minutos. Los mensajes eran diáfanos, pero no las palabras. La amistad puede con todo. Al parecer, el propio Martínez ofreció su licencia, pero la Cultural no aceptó cuando su entrenador y la confección de la plantilla pedían (y piden) un centrocampista, otro, a gritos. Con el mercado cerrado, Kuwait llegó donde no lo hicieron algunos equipos de América. La Cultural desperdició una ocasión de mercado por una gestión personal y no profesional, por una relación más allá del balón.
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