Martín, más allá de la Catedral

'El arte de ilusionar', que se presenta este viernes, recuerda y homenajea a Manolo Martín

Fulgencio Fernández
27/05/2022
 Actualizado a 27/05/2022
La cubierta del libro que este viernes se presenta y una imagen del protagonista del mismo. | L.N.C.
La cubierta del libro que este viernes se presenta y una imagen del protagonista del mismo. | L.N.C.
"Cuando el bebé Manuel aún no veía… las primeras sombras que intuían sus ojos eran las siluetas de la Catedral de León, justo enfrente de la tienda de sus padres. Cuando el bebé Manuel no percibía los colores los primeros destellos de luz eran los reflejos arcoíris de las vidrieras del templo golpeadas por el sol. Cuando el bebé Manuel comenzó a desarrollar el olfato la primera sensación que golpeó su nariz fue el olor que desprendían los líquidos de revelar que en la trastienda manejaba Manuel Martín de la Madrid, uno de los pioneros de la fotografía en León, el padre de aquel bebé.

Y como banda sonora de aquellas primeras sensaciones los cánticos en el coro catedralicio, el órgano, gregoriano, las partituras de Tomás Luis de Vitoria, Palestrina, Morales, Guerrero o Fauré hechas música para un recién nacido.

No lo podía saber aquel niño pero armonizar aquellas siluetas, luces, olores y sonidos sería la tarea vital de Manuel Martín hijo. El listón estaba muy alto, lo marcaba la belleza y las vibraciones que emitía la Catedral, la luz de las vidrieras, la luz… ésa fue la seña de identidad del excelente fotógrafo que con el tiempo fue, el fotógrafo de la luz».

Las frases anteriores pertenecen al perfil de Manuel Martín que aparece en un libro de cercana aparición de un volumen dedicado a la fotografía leonesa. Y habría que cerrarlo diciendo que Manolo Martín sí logró ser digno del complicado listón que le pusieron la Catedral y su música. Sus fotos, montajes de música visión, Schola Cantorum Catedral de León, el grupo de música andina Ars Nova, libros, exposiciones o el impagable legado a esta ciudad del germen de las Aulas Corales son algunos ejemplos de la obra de un tipo irrepetible con el que solamente una cosa era innegociable: la calidad artística y la humana de todo aquello en lo que se embarcaba, que fue mucho. Y bueno.

En el legado fotográfico de Manolo Martín destacan 14.000 imágenes de León Ahora hace un año que se fue y coincidiendo con esa fecha y la Feria del Libro la viuda de Manolo Martín, Carmen Fernández Aller, ha querido ejercer otra de las virtudes de Martín, la generosidad, y este viernes se presenta (a las 20:00 horas, en el Salón de Actos del Ayuntamiento) el volumen ‘El arte de ilusionar’, una edición no venal que su viuda quiere regalar a los asistentes.

Se trata de un volumen en el que, además de las fotografías —entre ellas la que Martín consideraba su primera foto, a los 16 años— aparecen testimonios de gente que convivió con él o con su arte. Con prólogo de su editor, Héctor Escobar, que ya le había editado otro libro anterior en vida y un artículo del ‘guardián’ de su legado, el profesor de la Universidad de León (ULE) César García Álvarez, en el que reflexiona sobre el arte y la fotografía el cuerpo central del libro, en lo literario, corresponde al musicólogo asturiano José Ignacio Suárez García, Nacho, que fue uno de aquellos niños de la Schola Cantorum que jamás perdió el contacto ni olvidó los consejos de Manuel Martín. Un buen número de testimonios de quienes en algún momento coincidieron en el camino con Martín completan un volumen que es aquello para lo que fue concebido, un impagable regalo para los leoneses.

Recuerda César García Álvarez que este trabajo es un primer paso de un proyecto mucho más ambicioso, el de documentar y poner en valor el legado sobre todo fotográfico de Manuel Martín ‘hijo’, del que «conservamos más den 140.000 documentos de todo tipo: la Catedral, paisajes, comarcas leonesas como Picos o Riaño, temática musical, tipos humanos... en fin, la historia de más de medio siglo de León en la cámara de uno de los grandes de la fotografía».

Al margen de otros asuntos nada ‘menores’ como respetar la autoría de sus trabajos, que circulan por la red sin padre conocido o, lo que es peor, asignada a quien nada tiene que ver.
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