17/04/2016
 Actualizado a 16/09/2019
Guardar
La malformación periodística que padezco, combinada con una sucesión casi constante de teletipos, comunicados y alertas informativas, ha provocado en mí un cierto despiste a la hora de elegir un personaje para esta columna. Tras muchas vueltas me he decantado por una imagen, la de Mario desde el balcón, como metáfora de los tiempos que vivimos. Por si alguno de mis lectores no ha caído me estoy refiriendo a la reciente instantánea del famoso banquero, hoy recluso en Soto del Real, en plena procesión del Encuentro con unas vistas privilegiadas a nuestra Plaza Mayor. Tan buena era su posición y tanta la emoción que al parecer publicó un vídeo del momento en una famosa red social describiendo con sus propias palabras "el orden, el concierto, el silencio, el movimiento, la música y el simbolismo de fondo". Esos mismos días, y causa del enésimo desmantelamiento sufrido por nuestra provincia, Julio Llamazares firmaba una de sus mejores tribunas en este periódico bajo el título ‘Con la cruz a cuestas’. El de Vegamián aseguraba que "los leoneses, esa mañana y a lo largo de toda la semana de Pasión, continuaron marcando el paso por la ciudad en un aquelarre procesional", despreocupados por la treta ministerial y capaz alguno, añado yo, de pagarle una ronda de limonadas al ex presidente de Banesto. Nuestra memoria colectiva a veces nos juega malas pasadas y tendemos a olvidar que, por ejemplo, Mario Conde inició su meteórica carrera a orillas del Bernesga. Este alumno aventajado de las doctrinas económicas que los jesuitas enseñan en Deusto, forjó su primera fortuna especulando con la venta de Antibióticos y, de paso, borrando a León del mapa económico pues aquí tributaba una de las joyas del sector farmacéutico mundial.

Este gallego, abogado del estado, político de tertulia y pedante hasta la médula, invirtió los beneficios de la operación en la compra de un banco, el resto de la historia seguro que la conocen. Lo que pocos saben es que su herencia quedará marcada para siempre en los atardeceres de nuestra ciudad pues en el antiguo solar de Laboratorios Abelló no tardó en construirse una de las mayores aberraciones urbanísticas que han visto mis ojos. Una mole de pisos levantada tras aquel ‘pelotazo’ que desde entonces acelera el ocaso del sol en tres lugares de mi infancia: el quiosco de Luis, la bolera de la Condesa y el puente de San Marcos. Dicen que antes de abandonar nuestra ciudad Mario perdió cien euros apostando a las chapas, lo que nadie me ha confirmado es si el baratero que dirigía el corro recuperó la cartera.
Lo más leído