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Marineros del entusiasmo

12/11/2022
 Actualizado a 12/11/2022
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En las tres estaciones en las que cogí los tres trenes de vuelta a casa, la noche era fría y tenía una profundidad de pozo. En una de ellas, la segunda, había incluso un poco de niebla y parecía como si alguien fuera a rodar una de esas despedidas de las películas. Esperé a la pareja del beso de tornillo, pero no apareció.

Cuando lo hay, el silencio rítmico de los trenes me resulta muy propicio para leer y para escribir. Cuando aparece alguien que hace una videollamada a gritos o el enterao que me tocó en uno de los trenes y al que oí decir, bien alto, por su móvil: ¿Ese mar?¿Ese lo he navegado yo entero? Entonces, ay.

Pero en el último tren de vuelta, por suerte, se produjo ese silencio y empecé a releer el libro de Landero que había llevado para celebrar su reciente Premio Nacional de las Letras.

En ese libro, ‘Entre líneas: el cuento o la vida’, Landero inventa a un personaje que es él mismo: Manuel Pérez, Manolito para los amigos, profesor de lengua y literatura en un instituto, lector y escritor. En la primera escena destella la ironía de Landero, que cuenta cómo ese profesor va al banco a pedir un crédito porque quiere hacer mejoras en su piso y el empleado, al decirle su profesión, le mira con una mezcla de estupor y piedad.

Como venía de un encuentro con los alumnos y alumnas de un instituto -el IES Marqués de Santillana de Torrelavega-, traía muy frescos no sólo los recuerdos de la adolescencia que siempre me vienen en estos casos, ante la contemplación de pizarras y patios y murales de temas diversos, sino también las dificultades de esa profesión de profesor de la que algo también conozco.

Contesté lo mejor que supe a las preguntas que me hicieron los alumnos y después, con los profesores, comiendo una tortilla que estaba de diez, hablamos de cómo un instituto es una forma de conocimiento del mundo. Y de qué manera. Ya después, en ese tren que me traía de vuelta, pensaba en la renovación del entusiasmo que requiere entrar en un aula cada día. Y que de eso -de entusiasmo- deberían hacerse prospecciones en cualquier suelo porque para cualquier país siempre acaba resultando un recurso más valioso que el oro.
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