miguel-soto.jpg

Marías en casa

21/03/2021
 Actualizado a 21/03/2021
Guardar
Javier Marías conoce León. Doy fe de ello, porque hace dos décadas, al poco de empezar a leerlo por ‘Todas las almas’, me lo encontré en Santo Domingo una tarde de verano, con bañador estampado verde, camiseta a rayas azules, pelo revuelto y en bicicleta. Pero tranquilos: la bicicleta era mía, y él llevaba pantalones largos de algodón y camisa fresca, ambos crudos y lisos, el pelo no me acuerdo.

El autor madrileño (¡¡mucho, mucho madrileño!!) acaba de publicar ‘Tomás Nevinson’, novela cuyo protagonista se desplaza a una ciudad del norte a trabajar, dejando su vida en la capital.Esa ciudad a la que se le subraya lo provincial (jijiji) rebautizándola Ruán (en plan Flaubert-Bovary) guarda espantoso parecido a la nuestra, y, por ello, la excusa que se aduce internamente para no llamarla por su nombre real resulta inverosímil, no siendo lo único inverosímil de este novelón. O quizá sea que cuesta más ceder a la credulidad cuando conoces el escenario (ese Barrio Tinto de fachadas rojizas, el antiguo monasterio, la Catedral y también algún desfachatado campanero) y obvias la licencia narrativa que supone girar el río un cuarto de vuelta hasta conseguir riberas norte y sur en vez de este y oeste.

La genialidad olímpica de Marías (tan envidiada por mí, sin vergüenza, que incluso le imitaba el estilo digresivo/agresivo en algunos trabajos) no le ha impedido patinar un poquito esta vez, y cuidado no se caiga, caballero, con el exceso de nombrajos para los personajes (recalcitrantemente godos algunos) y lo estrafalario de algunas circunstancias.

Sea como fuere, se le nota cariño a Marías por nuestra tierra (Benet no le perdonaría lo contrario cuando a Benet no le perdona la gente del Porma) y respeto, de un tipo que no queda minado por señalar vicios viejos como el adormecimiento ciudadano y una cierta desconexión, anacrónica del todo ya, desde que un chaval del Polígono X y uno de Arganzuela tienen las mismas enormes ventanas al mundo en forma de pantallas colgadas del pescuezo, en el bolsillo o en el bolsaco.

Reconozco que me fastidia que no llame por su nombre a mi ciudad, porque esta tiene su corazoncito. Si personajes medio célebres como Francisco Rico tienen su hueco (e interpretan sus gracias en sus novelas), por qué no con todas las letras León, me pregunto. Y me respondo que el autor es soberano y que ya estoy yo aquí para hacerle justicia a mi ciudad. Y cierro el pico ya para disfrutar del tercio final que me queda por leer del adictivo novelote.
Lo más leído