16/08/2016
 Actualizado a 18/09/2019
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Probablemente la persona que más daño está haciendo a España en este momento, y también al Partido Socialista, es Pedro Sánchez. Muchos ilustres miembros de su partido lo vienen diciendo, y hasta el diario El País ha tenido que reconocerlo en varios editoriales. Teniendo en cuenta su cerrazón mental, su falta de capacidad para el diálogo, su comportamiento de adolescente inmaduro en este singular momento de la historia de España, su sectarismo… nos asalta el pánico sólo de pensar que podría haber llegado a ser presidente del Gobierno. Muchas veces hemos criticado a Zapatero, del que como persona no hay nada que objetar, pero a su lado es un sol.

Sánchez no ha superado aun esa idea rancia de separación entre izquierdas y derechas. Es un perfecto maniqueo de los que dividen el mundo en buenos y malos, siendo él el bueno y perfecto y Rajoy la encarnación del demonio. Por supuesto, no tiene ni puñetera idea de lo que deben ser las condiciones para el diálogo: reconocer que los demás también tienen cosas buenas y que uno también tiene cosas menos buenas. Esa distinción entre izquierda y derecha como dos mundos irreconciliables es una concepción rancia, obsoleta y casposa de la política. En una familia puede haber dos hermanos con distintas ideas políticas y no por eso pueden dejar de tener muchas cosas en común. No olvidemos que el origen de la expresión «derechas e izquierdas», en la Asamblea francesa, hace referencia simplemente al lugar donde se colocaban. Hoy día lo normal es que las diferencias sean cada vez menores, dejándose llevar por la razón, la justicia y el sentido común.

Claro que se puede criticar a Rajoy, como a cualquier político, pero esa desaprobación global, esa miopía para ver sus muchísimas cualidades, se descalifica por sí misma. En el fondo no tiene más explicación que la envidia, el resentimiento o la ambición desmedida de poder o la ignorancia. Parece ignorar Don Pedro la altura de miras de los políticos de la transición y de los que les sucedieron, que supieron poner en primer plano el bien de España. Ignora también cómo en el resto de los países europeos los distintos partidos políticos saben dialogar y pactar e incluso gobernar juntos. Eso sí, tiene el cinismo de decir al mismo tiempo que no quiere unas terceras elecciones y de no hacer nada por evitarlas. Confiemos en que sus sensatos compañeros de partido, que los hay, pongan freno, y en su sitio, a este irresponsable y nefasto personaje y a sus secuaces.
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