08/10/2019
 Actualizado a 08/10/2019
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Servidor, cuando estudiaba el bachiller, sentía verdadera fobia a la asignatura de historia, y a duras penas sacaba un aprobado. También es verdad que los profesores no supieron hacerla atractiva. Con el paso del tiempo, y alcanzada una mayor madurez intelectual, fui descubriendo su importancia y buscando conocer el pasado en libros y revistas, incluso en conversación con sus protagonistas como tíos y abuelos que vivieron otras épocas, como por ejemplo la República o la Guerra Civil o incluso desde finales del siglo diecinueve, cuando mi abuelo era joven.

La historia tiene siempre un componente objetivo en cuanto que se fija en acontecimientos que han tenido lugar, pero también un componente subjetivo dado que admite diferentes interpretaciones. Ahora bien, lo que parece una monstruosidad y un insulto a la inteligencia es imponer por ley la obligatoriedad de admitir determinadas visiones del pasado. Un claro ejemplo de esta aberración es la llamada Ley de Memoria Histórica, que amenaza incluso con graves sanciones a quien piense de manera diferente. Y hay gente tan mema que comulga con ruedas de molino y piensa que es normal considerar delito punible no acatar esos puntos de vista subjetivos, por eso de que sería ilegal. Lo cierto es que el sectarismo de unos y los complejos de otros están distorsionando la realidad impidiendo el ejercicio de todo verdadero espíritu crítico.

Los que vivieron la época de la II República, aun habiéndola acogido con gran ilusión, reconocen que no tiene nada que ver con esa visión idílica que ahora tratan de imponernos. Y los que hablan sin saber de los años de dictadura olvidan también que, a pesar de todos los aspectos negativos, fue el inicio de una época de prosperidad. Baste recordar la ingente obra pública en planes de regadíos, colegios, hospitales, fábricas… En este sentido quienes más agradecidos para Franco son los vascos y catalanes. Los llenó de industrias acaso pensando ingenuamente que al tener que emigrar a estas dos regiones muchas gentes del resto de España iba a frenar sus aspiraciones separatistas. Lo cierto es que se volcó en inversiones.

Curiosamente los más antifranquistas suelen ser los amigos de las peores dictaduras del planeta, como Cuba, Venezuela o países comunistas, donde los regímenes opresores no tienen fecha de caducidad. Así a Fidel Castro le suceden otros tiranos, a Hugo Chávez un impresentable como maduro, y a Franco un rey puesto por él para traer la democracia y dirigir una transición ejemplar.
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