25/02/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Hace tiempo que no acudía a una manifestación. El escepticismo que insuflan los años, y la escasa capacidad de reconocimiento con todas y cada una de las consignas que se vocean, con todos y cada uno de los que las abanderan, con el cómo y cuándo se gritan, aparte una ligera sociopatía de andar por casa, me llevan a protestar por aquello que creo injusto desde la comodidad de mi salón. Manías fomentadas por las tecnologías modernas, supongo.

Pero a esta había que ir. Radicamos en la plaza a las ocho de la tarde, reconociendo caras amigas y gestos cómplices por doquier. Buen ambiente, pese a que nada de lo que allí se decía por una megafonía exigua, se dejaba escuchar. Después los clásicos en la marcha: lemas de toda la vida (Ayuntamiento miento miento), los pitidos y tamborradas de siempre (salvo por bandas de tradicional con su punto melodioso) y las animaciones de rigor (manos arriba, etc). Nada ha cambiado. Tampoco los errores de principiante, como el recorrido excesivo o las arengas en Ordoño, que duraron, no se oyeron y rompieron el ritmo, desanimando a muchos de proseguir hasta regresar a la plaza.

Al día siguiente las valoraciones, como siempre: una prensa habla de centenares, (hay un periódico regional que dice ‘decenas’, situando la redacción de la noticia en Burgos…) y transmite sensación de fiasco sobre lo que fue un éxito rotundo; ‘manifestación histórica’ según otro medio más proclive y centrado. Ese día había otra manifa de cosas importantes, parecen decirnos desde la portada, para comparar. Lo de siempre. No sé si servirá de algo todo esto, pues las más de las veces las demandas se mezclan, incluso se contradicen, en un fondo de descontento, y seguramente lo que suceda no contentará a nadie. Como siempre... Pero no. Que esto suceda ahora, con lo que ha caído y cae todos los días, aquí y en Suiza, y por un tema como este, tan ‘menor’ según algunos, no es lo de siempre. Es esperanzador, testimonio de que no damos todo por perdido.
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