Secundino Llorente

¡Malditos botellones y novatadas!

23/12/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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No es nada nuevo. Parece que la juventud ha descubierto ‘América’. Con el consumo de alcohol en novatadas y botellones se creen más hombres (o mujeres) y lo consideran un rito iniciático a los secretos de la vida. Para ser un buen universitario, incluso antes, para ser un buen estudiante de Bachillerato o ESO es necesario haber pasado por alguna borrachera.

No es nada nuevo. Hace más de dos mil años Plauto decía que el vino barato corría a cántaros entre los jóvenes durante las fiestas en honor a Baco. Al menos no hacer el ridículo presumiendo de ‘modernidad’.

No es nada nuevo, es verdad, pero cada vez esto va a más. Internet ayuda. Se hacen concursos para lograr superar el ranking de personas consumiendo alcohol en espichas universitarias o ‘novatadas’.

La noticia saltó a la prensa de todo el mundo hace unos días. Maxwell Gruver, estudiante de 18 años de la Universidad de Luisiana murió por ser obligado a ingerir gran cantidad de licor de alta graduación mientras los veteranos se mofaban. A la mañana siguiente Maxwell fue hallado sin vida. Según la autopsia: «intoxicación etílica».

¿Hasta cuándo van a seguir permitiéndose estas barbaridades en el siglo XXI?

En los viajes de estudios con mis alumnos sólo tenía miedo a «que perdieran el control por culpa del alcohol y cometieran una locura». Tuve la suerte de que nunca ocurrió esto, pero viví muy cerca un terrible suceso.

En el mes de abril de 2012 yo era el responsable de un centenar de alumnos de 17 años en el viaje a Italia. Estaban tan amenazados en el tema del alcohol que me parecía imposible que me la «jugasen» por la noche en el hotel, pero siempre desconfiaba. Coincidimos en los Foros de Roma con un instituto de esta Comunidad Autónoma. Hablé con los profesores. Estaban alojados en el centro de la ciudad, cerca del Vaticano. Esa noche, a las tres y media de la mañana, mientras estos profesores dormían, los alumnos decidieron salir del hotel a la plaza cercana para «hacer un botellón». Algo muy normal en España, pero prohibido en Italia. A partir de aquí todo vino rodado: Los vecinos llamaron a los «carabinieri». Las sirenas asustan a los del botellón que huyen despavoridos. Un estudiante de 18 años, con el hándicap de la noche y el alcohol, salta un muro de un metro pensando que al otro lado también habría un metro, pero había siete. A la mañana siguiente en el hospital Gemelli de Roma confirmaban su muerte. ¡Terrible! ¡Pobre familia! ¡Pobres profesores! Para toda su vida ‘tocados’. ¡Cuántas veces he intentado ponerme en su lugar! ¡Cuántas veces he maldecido los botellones y las novatadas!
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