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Maestros del camuflaje

29/11/2021
 Actualizado a 29/11/2021
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Es un arte camuflarse. La mejor manera de hacerlo es no saber siquiera de qué te tienes que esconder. Un amigo lleva meses colándose en uno de los gimnasios más exclusivos de San Sebastián, plenamente convencido de que es uno de los públicos. Ya ven, lo de dejar las puertas abiertas de par en para que ventilen por el coronavirus tiene también sus efectos secundarios: Se pueden colar despistados, gorrones o gorrones despistados. Le sacó del error hace unos días su pareja cuando él se mostró extrañado por la poca gente que iba a esa sala con lo bien que estaba y lo moderno que era todo.

Otra táctica que utilizan los maestros en lo de mimetizarse es exponerse al máximo, exhibirse como impacto para desterrar cualquier sospecha. Durante años, otro genio del engaño perpetró ‘sinpas’ por los bares de todos los barrios de León mirando directamente a los ojos a la camarera —es cierto que con los hombres se atrevía menos— y despidiéndose con un educadísimo «hasta luego». Una vez incluso volvió a por el tabaco que se había dejado en la barra y salió con un mechero de regalo. Lógicamente, él siempre prefería ir a rondas que poner bote. Hablo en pasado porque ya no salimos con él por diversos motivos, entre otros la pérdida de eficacia de la técnica conforme «quemaba» garitos.

Y otro amigo, con una prenda completamente opuesta a la capa de invisibilidad como es un chaleco reflectante,preferentemente amarillo, ha protagonizado infiltraciones de leyenda.

La tecnología también ayuda. Hoy cualquiera puede parapetarse detrás de la pantalla del móvil para tirar de largo sin saludar o evitar que le caiga el marrón en la oficina. A lo más finos siempre les llega la notificación ineludible o la llamada urgente en el instante preciso.

Al contrario que todos ellos, como si fuera la placa, yo prefiero exhibir el bloc de notas de periodista y que me identifique rápidamente el objetivo y, sobre todo, su vecino.
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