Maestros de la ciruela

04/11/2021
 Actualizado a 04/11/2021
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«Somos los maestros de la ciruela, no sabemos ni leer ni escribir... pero damos escuela». Esta copla la solía repetir Benigno el de Montrondo, que en su juventud se había alquilado para ‘dar escuela’ cuando los maestros escaseaban más que ahora la gente que sabe hacer una raíz cuadrada sin la calculadora del móvil.

Y no era su caso lo de leer y escribir, que sabía latines pues estuvo en el seminario hasta que ya se asomaba la imperiosa obligación de poner la sotana y él decidió colgar los hábitos, que no los saberes pues le dictó a una nieta todos los topónimos de la comarca y él era capaz de recitar un romance de varias páginas sin pestañear... y sin leer, que no es que no supiera, es que no le hacía falta.

Abundan los ‘maestros de la ciruela’ por nuestros pueblos. Gentes de saberes extensos y necesarios, apreciados entre sus vecinos como pocos.

¿O alguien cree que no es necesario un maestro de la ciruela reconvertido a maestro de la caldereta? No hay fiesta popular que se precie que no se celebre alrededor de las calderetas de cordero, con el maestro con su mono probando de una a otra hasta lograr el mejor sabor y que la carne no esté dura sino todo lo contrario, suave, que atrape en la boca y hasta en la mano, lo que los entendidos llaman la textura.

– Pues, la verdad, no sé que tal andará el cordero de textura, pero para comer está cojonudo.

Es la variedad del lenguaje.

Y el maestro de la caldereta, el del mono en cualquier fiesta que vayas, seguirá a lo suyo. El maestro de la caldereta, el de la cuchara de madera, seguirá a lo suyo. Y cuando después de probar sonríe...

Entonces, ponte en lo mejor.
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