Madurar es cosa de la Ebau

16/08/2022
 Actualizado a 16/08/2022
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Educar es el verbo más difícil de conjugar que se me ocurre. Y se complica, tal vez por la evolución o por la conjunción de generaciones que han vivido realidades absolutamente distintas. La tecnología ha hecho que las que llegan no conozcan a las pasadas. El legado oral que dejan es demasiado grande y complejo para que una tablet lo recoja y haga con él un amasijo de juegos que conformen un mensaje entendible para el receptor recién llegado. Eso obliga a repensarlo todo. Las abuelas no entienden que la tele tenga que ser la que le diga a sus nietos que levanten la cabeza del móvil,ni que un septuagenario tenga que crear un movimiento alegando que es mayor pero no tonto. Ellas sí saben lo que pasa. Han querido acelerar lo vital, y en ese impás que duró un pestañeo hemos perdido información elemental para comunicarnos con los que nacen ya sin la necesidad de parpadear. A ese desencuentro se une un sistema educativo que nunca se ha basado del todo en mirarse al espejo. De arriba abajo, vería que somos lo que comemos, y nadie nos educa en nutrición. Somos lo que decimos, y nos enseñan a analizar cómo hablamos pero no dónde hay que usar uno u otro lenguaje y de qué manera. Somos cuerpo, y en el cole eso se define en unas pocas clases de anatomía que no educan a que mostrar el ombligo no tiene nada de particular, todos lo tenemos. Somos sociedad, y en el aula no se educa para fomentar el encuentro con el otro ni para entender qué le pasa al diferente. No hay asignatura de empatía ni de dolor ni de consuelo. Dicen que eso no se enseña en clase. Pero eso hace que a los alumnos les sorprenda que una niña se tenga que pinchar insulina para mantener sus niveles de azúcar en orden. Caso real, aquí, en Ponferrada. Y la respuesta es juguetear con la aguja, a ver qué pasa si se inyecta más. La ignorancia, como casi siempre, pone en el precipicio vidas.Solo es la muestra del desencaje que, por esa misma incomprensión, estamos fomentando desde la infancia y que ahora se salda con un pretendido cambio en la Ebau para medir la «madurez» del alumno. Tal vez hablar de madurar no es lo correcto, cuando el sistema no consigue despojarse de un protocolo de «notas» anquilosado para valorarla. Igual es el momento de darle otra vueltina…
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