01/02/2020
 Actualizado a 01/02/2020
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El cielo es de un azul cobalto, y no es un alarde literario, sino una precisión pictórica. En las primeras cafeterías abiertas hay personas con la cabeza inclinada: mojan los churros en el sueño. El repartidor de periódicos ya ha pasado y mi amigo Marco, ingeniero-panadero, hace por lo menos tres horas que ha acabado de hacer las magdalenas. Como es un moderno, anuncia en redes que ahora le salen con aún más copete. Los panes y empanadas también están listos.

La mujer que limpia los portales en mi calle va por el décimo a esta hora, calculo. La veo dando los últimos fregonazos y echando el agua por la alcantarilla. Una chica pasea a su perro. Un anciano pasea su insomnio. Ya no hay manera de que duerma hasta más tarde. Hay que levantarse. Parece que duele la espalda en la cama o que duelen los recuerdos o a saber qué. Mejor vestirse y entrar en el bar en el que los churros se mojan en el sueño.

En la cafetería de la estación de autobuses, cosa rara, siempre tienen buena música. Nada de reguetón ni por el estilo. En la tele conectada a Internet han puesto un vídeo de un concierto de Eric Clapton. Mano lenta pulsa lo mágico sobre las cuerdas de su Stratocaster. La cafetería de la estación también es un buen sitio para desayunar un café con un pincho de tortilla. Pegados a la barra, los primeros viajeros son armadillos enroscados de frío en sus abrigos de plumas.

Sobre las ventanillas del coche, el glaseado de la escarcha. Toca sacar la rasqueta. El hielo de azúcar va saltando, pero siempre queda algo pegado a los bordes. Farolas, charcos. Sombras que cruzan pasos de peatones, algunos mal pintados, otros mal iluminados.

En las paradas, los chavales esperan el bus escolar que les lleva a una rutina manchada de tiza. Grandes mochilas, empujones y voces, el móvil en la mano y la cara iluminada por el último vídeo viral. Los repartidores de pescado y de fruta acaban de iniciar su turno. Las enfermeras y los enfermeros del hospital han terminado el suyo. Ojalá haya sido una noche tranquila. Marco empieza a repartir el pan. El cielo es de un azul acero.
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