05/06/2020
 Actualizado a 05/06/2020
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Ya se nos escapa esta extraña primavera que creció sola. La hemos pillado justo a tiempo para subirnos al vagón de cola y dejarnos arrastrar hasta la orilla del verano, porque nosotros, después de que todo lo impensable haya ocurrido, ya vamos a trompicones y con el paso cambiado. Cómo explicar que se nos instaló la calma y ahora que se abrieron puertas, nos sobra mucho mundo y no apetece alejarse, acostumbrados a horizontes cortos. Que ya olvidamos qué falsas prioridades eran las que nos hacían correr tanto y las hemos cambiado por convertir en marcapáginas una hoja caída en el parque de Quevedo, no vaya a darle una segunda muerte un zapato, o visitar a la garza del río, perdida entre los rastrojos de las riadas invernales, ya casi declarados monumento histórico.

Ahora hemos descubierto el placer de la pausa, escuchando a la frutera, con los brazos en jarras, exhibiendo los colores de la huerta leonesa, desplegada ante ella. «Las cerezas del Bierzo son más tempranas. ¿Qué pimientos quieres, de Fresno o de Carracedelo? Tomates... mejor los de Mansilla». Tras ella, una hilera de sacos con letreros anunciando alubias de la Bañeza, lentejas de Tierra de Campos y patatas de Payuelos. Al cruzar la calle, lo que iba a ser la compra de una hogaza, se convierte en otro recital de pueblos que casi requieren catálogo turístico. El carnicero se esmera fileteando mientras pondera la calidad de la carne de su tierra, allá por las montañas de Babia y Luna. Se mueve ante la estantería de las delicias, donde conviven vinos y quesos, tarros de miel, castañas y mermeladas, mientras continúa «Y para buena, la carne que traiga aires del Teleno…».

Descubres de repente que toda la provincia está en tu barrio, sin haberlo visto antes porque estaba demasiado cerca, y eres consciente del daño que el consumismo jibarizado hace al pequeño comercio. Y por utópico que parezca, a uno se le antoja posible revertir las cosas. Ahora que ya somos expertos en fases y desescaladas, podríamos convertirlo en un método de compra que empiece en fase cero, sin salir del barrio o pueblo, avance a la ciudad, se extienda por la comarca y acabe a nivel nacional. Y para que no falte ni un elemento en el símil, hablemos de patriotismo y de levantar España, proponiéndonos que ni una sola cosa que produzca nuestra tierra o fabrique una empresa nacional, llegue a nuestra casa, si vino por mar o aire, en operaciones orquestadas por gobiernos y multinacionales, en su afán de monopolizar la riqueza, desdeñando lo nuestro.
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