Imagen Juan María García Campal

Lunes negro aun la belleza

26/10/2022
 Actualizado a 26/10/2022
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Ocho treinta del lunes. Pocos minutos hace que, en entre buches de café y caladas al primer pito del día, he leído en el envés del día (gracias Antonio Toribios por tus literarias hojas de almanaque onomástico), cómo a Fortunato le deja un vecino «sumido en la más negra y definitiva de las soledades», cuando me notician de la muerte de Lolo. De nuevo se me oscurece la aurora que trae, ahora, un aún más plomizo amanecer. ¡Joder con los dioses que todo lo bueno quieren!

¿Quién, ahora, con inteligente, crítico y ácido arte y humor nos hará los días menos amargos?, me pregunto mientras por las redes sociales, la radio, los periódicos digitales se va extendiendo esta negra y nueva soledad para quienes conocimos a Lolo o tan solo lo hayan disfrutado, crítico humor mediante. ¿Creerán los dioses que necesitamos tan crueles recordatorios de nuestra efímera existencia, de nuestra fugacidad? ¿No tendrán cosa buena que hacer? Qué ociosos e indiferentes a todo lo humano se muestran de continuo. Imposible reconciliarme con ellos.

Así, hoy no me dicta este texto mi gata La Maga. Pensaba hacerlo, me dijo, de los libros que estamos leyendo esta semana. Mas, al punto de la mala nueva, me miró sin magia alguna y se fue sigilosa. Debe de andar ahora arrebujada entre los pliegues de la deshecha cama ronroneando su propia tristeza por saber perdidas mis risas y sonrisas al alimentarme con las viñetas y el radiofónico tertuliar de Lolo.

«Pero hay que seguir» me escribe un amigo, sabedor de Lolo, sabedor de mí.

Y sigo, sí, cafeteando y fumándome la triste rabia mientras pienso de qué escribir entonces hoy, ahora, que la bondad y la vida se han eclipsado en esta cocina, en la casa toda, en... Y me recuerda una inexplicable resistencia al abatimiento una de las fraternales frases que atesoro: «la vida es una mierda, pero... ¡Qué mierda más rica!».

Y así, mal ennegrecido el día, apesadumbrado el ánimo, me fuerzo a buscar un noray donde amarrar esta vieja chalana que ya es mi cuerpo, alguna pequeña belleza que me hable de días y vida. Y amarro el alma a la relectura de unas de las muchas que ofrece ‘La belleza de lo pequeño’ –gracias Tomás Sánchez Santiago–.

Sí, hay que seguir... Y por suerte tengo, desde ayer y sin fregar, una sartén sobre la cocina y enciendo el fuego y ‘Desleido y disuelto, el regresado aceite se pone otra vez de parte de la noche anterior’ e imagino que Lolo aún vive. Mas no. Sé mi engaño y, aún la pequeña belleza, se aguan mis ojos y esto escribo.

Buena semana hagamos y, más que nunca: ¡Salud!
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