Luna de lobos

22/09/2021
 Actualizado a 22/09/2021
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Con tanto lío de tarros, de pimientos y de tomates se me había olvidado quitar un ratico el mandil estos días para escribirles. El cambio del verano al otoño siempre trae bien de faena. Ya quedamos los cuatro de siempre en el pueblo, ha vuelto a venir el Bibliobús y es tiempo de coger y guardar, que el invierno es muy largo. Los pimientos los entrecallo y otros los aso, también aprovecho para hacer pisto y tomate frito; y las guindillas me gustan en vinagre, aunque siempre dejo alguna para secar. Así es septiembre, que para unos es principio con la vuelta a los estudios y para otros es final porque toca recoger lo sembrado. Y cuando menos lo espere me veo ya haciendo chorizos y poniéndoles lumbre. Si parece que fue ayer cuando contemplaba sentada en el corral la luna de la cosecha del año pasado y ya la estoy viendo otra vez estos días. Antaño venía bien para alargar las jornadas de laboreo, para ver mejor en el campo a pesar de la noche gracias a esa luz que desprende como si fuese un candil. Después ya pasó solo a anunciarnos que queda menos para enchufar el brasero y este año, según está la luz, lo que me recuerda es que tengo que echar mano al arca para deshacer jerséis viejos y tejer una manta bien gorda porque el enchufe no está para destemples. Menos mal que la radio gasta poco porque estos días, mientras corto la verdura y doy vueltas a la tartera, no la apago. Aunque hay ratos que me dan ganas de tirarla contra la tapia, como cuando escuché que el lobo ya está más protegido. Claman en contra los ganaderos, y no es para menos, y sonríen los ecologistas. El tema acabará en los tribunales y mientras la justicia se pronuncia, los furtivos afilan sus navajas y la convivencia con este animal va quedando un poco más lejos. Se llenan las bocas de discursos, como al lobo se le llena de sangre cuando pega una dentellada a la panza de una oveja o de una ternera antes de darse la vuelta triunfante dejando al ganadero con una cabeza menos, una en el mejor de los casos, y un disgusto más. Justifica la pérdida, haz mil papeles, reclama, espera y, también con suerte, quizá te den dos duros. No sé quién me decía que al final los pueblos iban a servirnos para criar lobos en vez de niños y no va a andar muy desencaminado. Yo vuelvo al mandil, a picar cebolla, a pelar pimientos. A guardar, que el invierno es largo y nos quedan unas cuantas sandeces más que aguantar de esos cuervos que sí criamos y que se empeñan en sacar los ojos a los mismos de siempre. Ellos siembran vientos y nosotros recogemos tempestades.
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