Luna, como el salvaje oeste

El intenso calor del verano y la falta de lluvias dejan a la vista, desérticas, las mismas tierras que años atrás anegaba el embalse

Estefanía Niño
09/08/2017
 Actualizado a 17/09/2019
228852185
El embalse de Luna parece en estos días una estampa típica de una película del salvaje oeste. El intenso calor y la falta de precipitaciones de este verano han convertido lo que era una gran masa de agua azulada en una zona casi desértica en las denominadas colas del embalse. Una extensión de terreno marrón, vasta, árida, salpicada de algún eventual río o arroyo donde todavía pueden verse saltar tímidamente algunas truchas. El escenario de una película western marcado por esa sensación de secano, de falta vida. El embalse de Luna, con una capacidad de 308 hectómetros cúbicos, apenas alberga actualmente 54,7. Una cifra, que choca con la cantidad de agua embalsada en el mismo periodo de 2016, momento en el que se contabilizaban 188,2 hectómetros cúbicos.

En ocasiones, la naturaleza es caprichosa y demuestra que poco vale la mano del hombre. Son contadas ocasiones, como las de este caluroso verano, en la que deja que nuestras miradas vean aquello que lleva más de seis décadas anegado bajo las aguas del pantano de Luna. Grandes piedras, losas, y muros entre los que se intuyen casas, calles, lindes de aquellos pueblos que fueron devorados por el embalse. Troncos de árboles que salen por fin a la superficie dejando entrever casi los restos de un macabro naufragio, de unos pueblos y tierras que hacen años que no existen.

La sequía es más que evidente, dibuja en el suelo un cuarteado mosaico, duro, áspero y seco. Caminos polvorientos en los que se marcan las huellas de caballos y yeguas, las pisadas del algún perro mastín. La naturaleza y la vida siguen su curso, y así pueden apreciarse tímidos brotes verdes, hierbas y plantas que salen a la luz en lo que, años atrás, no eran más que lodos anegados.
Hace más de seis décadas se ponía en funcionamiento este embalse, siendo inaugurado por el propio Franco, en 1956. El objetivo no era otro que garantizar el regadío en el páramo leonés. Bajo sus aguas quedaron anegados 16 pueblos, algunos parcialmente: Arrévalo, Campo de Luna, La Canela, Casasola, Cosera, Lagüelles, Láncara de Luna, Miñera, Mirantes de Luna, El Molinón, Oblanca, San Pedro de Luna, Santa Eulalia de las Manzanas, Trabanco, Truva y Ventas de Mallo. Años después, el embalse de Luna afronta uno de sus peores años, y es que muy pocos recuerdan otro verano como este.
Archivado en
Lo más leído