Luis Grau: "El libro no lo escribo como director del Museo de León"

El arqueólogo e historiador del arte es el autor de la publicación ‘El cristal y las sombras’ (Domus Pucelae & menoslobos), en la que a través de escritos anteriores y otros recientes habla del pasado, presente y futuro de los museos, y se detiene en aspectos como su proliferación en tiempos de crisis o la incidencia de la expansión turística

Joaquín Revuelta
06/03/2021
 Actualizado a 06/03/2021
Luis Grau en una de las dependencias del Museo Provincial de León. | MAURICIO PEÑA
Luis Grau en una de las dependencias del Museo Provincial de León. | MAURICIO PEÑA
Luis Grau, arqueólogo. historiador del arte y desde 1990 director del Museo de León, reconoce que la idea del libro ‘El cristal y las sombras’ no es suya sino el resultado del encargo que le hacen sus amigos de Domus Pucelae, «una asociación cultural que es muy activa y que publican al año tres o cuatro libros» y que conjuntamente con Miguel Riera, de menoslobos, deciden editar un libro cuya idea, en palabras de su autor, «era reunir en una publicación algunas de las cosas –no todas– que he venido escribiendo sobre museos a lo largo de estos años que pudieran tener una estructura de libro», señala Grau, cuya publicación se compone de dos partes, una primera parte dedicada a reflexiones sobre los museos desde un punto de vista teórico, qué es un museo y cómo se ha desarrollado a lo largo de la historia, y una segunda parte más centrada en los «museos de la tierra», que comprende los museos etnográficos, los museos leoneses y en concreto el Museo de León. «Tiene esa doble lectura pero en realidad está muy trabado, porque lo que se dice en una parte también se corresponde con lo que se comenta en la otra. Al fin y al cabo las ideas son las mías, con lo cual hay una cierta coherencia, no mucha», bromea el arqueólogo vallisoletano afincado desde hace largo tiempo en León, que reconoce los textos son prácticamente los mismos de entonces «porque no he querido tener una posición muy ventajista», declara el arqueólogo, que ha querido encabezar cada uno de los textos del libro con la referencia de su procedencia. «El primero de ellos es una conferencia que di en el Museo de la Escultura de Valladolid el 5 de abril de 2011. Hay algunos textos que pueden tener una antigüedad de diez años y otros más recientes. También es verdad que en el caso de la conferencia antes citada habla del concepto de museo a lo largo de la historia y eso lógicamente no cambia», sonríe Grau, que en el caso de los museos en la provincia de León ha tenido que introducir modificaciones al tratarse de un panorama que ha ido evolucionando.

‘El cristal y las sombras’ es un libro impregnado por la mirada personalísima de alguien que después de 30 años le sigue gustando su trabajo y le sigue produciendo la misma fascinación entrar en un museo. «Los textos obviamente no son institucionales, este libro no lo escribo como director del Museo de León y de hecho es un libro que no se publica en un canal oficial. Ahí digo cosas, como bien explico en el prólogo, que he llegado a pensar como profesional del gremio a lo largo de estas tres últimas décadas y que por lo tanto son opiniones personales. No tiene nada que ver con el Museo Provincial de León donde yo trabajo. Por otra parte, no puedo soslayar el hecho de que llevo 31 años dirigiendo un museo concreto, que además por decisión particular y vocación –porque he tenido ocasión de marcharme a otros lugares y no lo he hecho– he querido estar ahí desde que vine hasta ahora. Y no es que lo considere más que mi casa, lo considero un trabajo. Intento no vincularme demasiado desde el punto de vista afectivo porque de esa manera uno trabaja mejor sabiendo que lo que está haciendo es su trabajo, no algo que le apetece porque quiere», reitera Grau, que justifica igualmente esa falta de «apego» al  hecho de haber tenido que realizar cuatro mudanzas en treinta años. Sobre la evolución que han experimentado los museos a lo largo de la historia, Luis Grau asegura que museos ha habido desde siempre. «En las cuevas del hombre prehistórico se han encontrado pequeñas colecciones de conchas, minerales y rocas extrañas que solo tienen una explicación y es que al hombre primitivo ya le empezó a satisfacer el hacerse con conjuntos de cosas, de objetos, que tenían un aspecto extraño. Todavía hoy, desde un punto de vista muy general, lo que se encuadra en los objetos son tres tipos de cosas: las cosas raras, las cosas bellas y las cosas antiguas. Y ese es el mismo patrón que rige en esas colecciones de objetos de las cuevas prehistóricas y que ha regido a los museos desde siempre», sostiene Grau, para quien el concepto de museo moderno nace en la revolución burguesa, en las barricadas de Francia o en los salones burgueses de Inglaterra. «Pero antes de eso, que son acontecimientos de finales del siglo XVIII y principios del XIX, ya hay instituciones que pueden llamarse museos, los más conocidos son las colecciones vaticanas, pero también las propias colecciones de los nobles e incluso los tesoros eclesiásticos, que desde un cierto punto de vista pueden ser considerados museos. Cada época tiene sus museos y además se retrata a través de ellos. Cada época tiene una forma de coleccionar y en función de esa forma de coleccionar y de aquello que colecciona es la mejor manera que tenemos desde un punto de vista cultural de entender el espíritu de esa época precisamente. De hecho la nuestra es una época inflacionaria en el terreno de los museos. El Consejo Internacional de Museos considera que en los últimos cincuenta años se han creado más museos que nunca a lo largo de la historia. Y de hecho el propio concepto de museo está hoy en día en entredicho por ese motivo, porque no sabemos o no nos da la gana saber qué es un museo hoy en día. Antiguamente con la definición en la mano era relativamente sencillo, definición que, por otra parte, está en las leyes, pero hoy en día hay un gran número de museos que no se ajusta a esa definición y que en buena lógica no deberían ser llamados museos. Sin embargo ponen el cartel de museos en la puerta y nadie les dice nada. Luego también hay muchos otros que están rompiendo las barreras de lo que se considera un museo tradicional. Hay centros de arte contemporáneo, por ejemplo, que ni siquiera tienen una exposición permanente de su propia colección, que es una de las cosas que caracterizaban antiguamente a los museos, por poner un caso, con lo cual es un elemento que siempre ha servido para retratar a una época. De hecho en la primera parte del libro hablo de eso, de cómo cada momento ha tenido diferentes tipos de museos, los repaso y cómo esos dan indicio de qué es lo que sucede y además retratan también a un territorio, a un país. El hecho de que por ejemplo en España más del noventa por ciento de los museos sean públicos, cosa que no sucede en otros países del entorno anglosajón, por ejemplo, pues habla de una forma de país que hemos ido construyendo a lo largo del tiempo. Eso nos retrata también como territorio, como cultura», señala Grau. Tras este recorrido histórico que vertebra la primera parte de ‘El cristal y las sombras’, el libro «desciende a otros niveles, como un apartado que se dedica a analizar los museos arqueológicos en el último medio siglo, cómo han sido en España, que tienen una trayectoria muy especial vinculada, como no podía ser de otra manera, a la época de la dictadura franquista. Hay otra parte dedicada al problema acuciante de los museos y el patrimonio histórico relacionado con la hiperexplotación turística. Este es un problema que ahora está en ‘stand by’ por la pandemia pero que volverá. Hablo un poco de él, del desajuste que existe entre la explotación de rutas turísticas donde hay multitud de visitas en museos en los que se está perdiendo –si no se ha perdido ya– el placer de visitar un museo y sin embargo el escasísimo uso que otros museos tienen al estar huérfanos de visitas porque las rutas turísticas no pasan por ahí».  

En opinión de Luis Grau la actitud de la gente ante el museo ha cambiado porque ha cambiado el propio concepto del museo. «El concepto que se tenía del museo desde antes de la Segunda Guerra Mundial hasta prácticamente los años setenta en Europa era de un lugar polvoriento, caduco, destinado a gente encanecida y sabia. Ese retrato robot del museo, que además se acuña a partir del siglo XIX y que se mete en esa trituradora de la idea de museo que son las vanguardías históricas, cuando había que quemar museos decían los artistas o llevar la Gioconda al metro, empieza a desaparecer a partir de los setenta y ochenta, cuando el museo se reivindica a sí mismo y los artistas contemporáneos pasan de odiar el museo a desear ocupar las salas de los museos de arte contemporáneo. Ese cambio de visión hacia el museo también ha sido un cambio social, como no podía ser de otra manera. De considerar la visita al museo como una pérdida de tiempo o simplemente algo que deberían hacer los especialistas al hecho de que uno no pueda visitar una ciudad sin acudir a un museo de esa ciudad, a uno o a varios», destaca el autor, para quien esto también ha provocado un cambio en los propios museos. «El caso más claro, que lo comento en el libro, es el de los museos arqueológicos, que hasta los años ochenta o noventa, incluso alguno queda todavía, eran museos montados para arqueólogos, que curiosamente eran los que menos necesitaban los museos porque ya la lección se la tenían aprendida. Y ahora no, son museos montados para el público en general. Ese cambio de planteamiento, sin embargo, todavía no ha llegado a muchos sitios, pero es clave porque se ha convertido en una parte imprescindible de la visita turística». El problema de este fenómeno, según Grau, es que «provoca unas líneas de fuerza en los movimientos turísticos que dejan al margen a muchos otros lugares. Lo comento en el libro a propósito de Venecia, porque es muy sencillo encontrarse agobiado en determinados lugares y a escasos metros –y no exagero– te encuentras lugares vacíos con un interés patrimonial grandísmo e incluso museos muy interesantes que están totalmente abandonados, desiertos, porque las rutas turísticas están imponiendo determinadas visitas en detrimento de otras. Es verdad que la idea de museo ha cambiado sustancialmente, pero se ha contaminado también de una cierta propaganda turística que a veces no le hacen los favores que debiera».

Uno de los argumentos que Luis Grau esgrime en ‘El cristal y las sombras’  viene a decir que los momentos estelares de los museos se ensanchan en los periodos de zozobra. «Es una constante histórica. Cada vez que una sociedad entra en crisis y se cuestiona a sí misma una de las formas en las que lo hace es creando museos. Uno de los momentos más conocidos es la crisis del mundo griego en el helenismo tardío, en torno al siglo III y II antes de Cristo, con la creación de la Biblioteca de Alejandría, que no solo es una biblioteca, es un centro cultural que incluye un museo, y cuyo objetivo era reunir todo el saber de la Antigüedad, en el cual se incluían los objetos musealizados. ¿Por qué se busca recopilar todo el saber? Bueno, porque se dan cuenta que está desapareciendo. Es el mismo caso que ocurre cuando se crean los museos etnográficos, que se crean porque está desapareciendo la cultura popular. Los museos que se crean a partir del Renacimiento no se crean cuando está en pleno auge,  ni cuando inicia en el ‘Quattrocento’ su momento más activo, sino que se hace justamente en el Manierismo, cuando el Humanismo y el Renacimiento entra en crisis y de repente se dan cuenta de que o recopilan todo eso y reflexionan sobre ello o desaparece. Además, es una especie de golpe en la mesa de autoafirmación. Poco después de la creación del Museo Alejandrino, Alejandría y todo el antiguo Egipto caen en manos de Roma. Y aunque el Museo Alejandrino se mantiene, ya no tiene la misma actividad y desaparecerá algunos siglos después. Todos esos momentos de crisis son los que favorecen la efervescencia de los museos y en Occidente está pasando eso. La cultura occidental está en crisis desde hace ya bastante tiempo y en un momento dado los ejes económicos se están trasladando fuera de Europa y Europa se está convirtiendo en una especie de parque arqueológico, si como tal entendemos un lugar con muchos monumentos, con mucho patrimonio histórico, pero lejos o quizás ya no tanto en el centro de la creación cultural. Y por eso se está llenando de museos, porque se está dando cuenta que lo que tenía es lo único que puede ofrecer, pero no lo que tiene en presente sino lo que tenía en pasado. Es el caso de esta provincia. No hace falta hacer muchos comentarios para darse cuenta».  

Para el autor del libro, León ha pasado de tener un museo de provincias a ser una provincia de museos. «Y es que hasta los años cuarenta solo había un museo prácticamente en León, que era el Museo Provincial. Durante un siglo y pico fue el único museo de la provincia, que de hecho además era el proyecto museístico de toda la provincia, con lo cual todo el mundo colaboraba en ese museo. Poco a poco se fueron abriendo otros museos, sobre todo eclesiásticos, pero es a partir de los años ochenta cuando pasó de tener un museo de provincias a ser una provincia de museos. Desde finales de los ochenta y ya en los noventa hasta hoy se han creado museos de tal manera que hablo en el libro de una década prodigiosa, que está entre el cambio de milenio, en el cual prácticamente cada año abrían dos o tres museos, además museos importantes. Estamos hablando del Musac, del Museo Etnográfico Provincial, del Museo de la Minería de Sabero, del Museo de la Energía de Ponferrada. Son grandes proyectos museísticos que se crean en muy poquitos años. Prácticamente en cinco o siete años se ha dado la vuelta a la situación de León que, por otra parte, era una anomalía en España. Porque la mayoría de provincias españolas, sobre todo las que estaban más avanzadas económicamente, han ido sufriendo este proceso antes de lo que le pasó a León y en un periodo de tiempo más amplio, en unos quince años. En León se comprimió este proceso en mucho menos tiempo y se produjo muy rápidamente. Un fenómeno que además no es solo exclusivo de esta provincia», argumenta Grau, para quien es muy necesario una ordenación del panorama museístico, «y con ordenación no hablo de orden sino que hablo de estructura, de tal manera que se produzca una mayor colaboración entre los centros que existen. Un trabajo en red que en otros territorios sí se ha logrado, pero que en Castilla y León y en León particularmente no existe. Hay muy buena relación entre los profesionales de los museos, pero no hay unos mecanismos de trabajo y colaborativos asentados», sostiene el director del Museo de León.

Otro de los aspectos que a su juicio tiene que cambiar es que las administraciones cuando deciden abordar un proyecto de museo siguen sin contar con la opinión de los profesionales. «Los museólogos son prácticamente una figura olvidada en esta provincia», afirma Grau, que también alude a la cuestión de que es mucho más difícil mantener un museo que tenerlo. «Lo que hasta hace poco ha sido muy sencillo era cortar la cinta de la inauguración de un museo, pero luego se le dejaba en caída libre. Eso es una irresponsabilidad y hay que intentar que no suceda. La forma de que no suceda es que cuando se abra un museo se haya previsto unas partidas presupuestarias, se haya previsto un funcionamiento, se cuente con un personal, se cuente con una infraestructura mínima y eso a veces se acaba consiguiendo con el tiempo, pero lo deseable es que se cuente con ello desde un principio. Un museo no es abrir una exposición temporal, que es muchas veces lo que se asocia a él».

Preguntado qué momento vive actualmente el Museo de León y si se ajusta al modelo de museo que reivindica en la publicación, su director Luis Grau considera que todavía le faltan muchas cosas. «Los museos provinciales tuvieron un papel hasta los años cincuenta y sesenta, y básicamente ese papel siguió con variantes hasta la Ley de Patrimonio Histórico Español y la transferencia a las comunidades autónomas, de centralización de los depósitos arqueológicos y de las compras de la Administración, un papel que además les ha creado una mala prensa del lugar donde van a parar todas las cosas y que no se devuelven, que aunque sigue apareciendo con asiduidad en los periódicos no es cierto, porque prácticamente todos los depósitos que hay en el museo que se han solicitado han salido del museo para un proyecto. Otra cosa es cómo se solicitan y para dónde. El papel que puede jugar ahora el Museo Provincial es un papel de referencia en cuanto a su capacitación técnica. Nosotros tenemos el único taller estable de restauración de ese tipo de objetos, pues hay uno en el Musac que se dedica a otro tipo de patrimonio, tenemos técnicos que avalan y asesoran –o pueden hacerlo porque a veces no se les requiere para ello– pequeños proyectos museísticos locales o de otro signo, tenemos un depósito de objetos arqueológicos y de otro tipo también que pueden surtir proyectos museísticos siempre y cuando éstos estén en el marco de la ley. Todo eso se hace, pero no demasiado», reconoce Grau, que cree que el museo aún tiene un papel que jugar, «pero hay que jugarlo entre todos. Una cosa que aún no se ha hecho es sentar a todos los museos de la provincia y organizarse, crear una red museística provincial que el Museo de León debería encabezar o al menos organizar».    
       
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