Luis García Zurdo

Fernando Suárez
04/10/2020
 Actualizado a 04/10/2020
Repito entristecido lo que dije cuando tuve el honor de entregar a Luis García Zurdo el título de Leonés del año 1995: Sus méritos eran transparentes. Se había enamorado de la luz y del color y, después de cursar con la mayor brillantez los estudios en la Escuela de Bellas Artes de Madrid, bajo la advocación de San Fernando, y de alcanzar las primeras medallas -una, la de pintura, en el Certamen de exaltación de valores leoneses de 1961- descubre en un viaje a Europa las posibilidades de la técnica del vidrio y gana por oposición una beca para estudiar en el Instituto de Arte de Munich con Oberberger, maestro del vitralismo.

García Zurdo, con tesón, con empeño, a ciencia y conciencia, se convierte en una de las primeras autoridades europeas en ese dificilísimo arte. Desde 1975, los leoneses hemos venido contemplando sus excelentes y siempre innovadoras exposiciones de pintura, sus creaciones en escultura y en mosaico y, sobre todo, sus vidrieras que tan esplendorosamente enriquecen los edificios de las instituciones públicas y privadas que han querido incorporar a su arquitectura las huellas de este gran creador contemporáneo. Pero nunca agradeceremos bastante a Luis García Zurdo su dedicación a lo mejor de nuestro nada pequeño patrimonio, que es la prodigiosa urna de la Catedral, donde la belleza se hace tan patente y expresiva que nadie tiene que explicarnos en qué consiste.

No tendríamos perdón de Dios si no legáramos a nuestros nietos y a los nietos de nuestros nietos las vidrieras legendarias de nuestra Catedral y el marco espléndido, el prodigio de ligereza, de columnas, estribos, ojivas y arbotantes que las encuadra y las sostiene. Como el trabajo de conservar esos cristales prodigiosos no puede ser individual ni pasajero y hacen falta equipos y generaciones, Luis García Zurdo fue capaz de crear una escuela de artistas vidrieros dedicada a ello y por eso pertenece al descollante linaje de cuantos las crearon y las conservaron, desde Juan Pérez o Nicolás Francés a Juan de Madrazo o Juan Bautista Lázaro. Necesitó para ello, además de su preparación excepcional, superar muchos obstáculos con una voluntad enérgica, que parecía incompatible con la extrema modestia de su carácter. Muchas veces me comentó Zurdo la impaciencia que le producía ver envejecer a las vidrieras y saber que faltaba una firma en el expediente que debe financiar su permanente restauración.

Ángeles y sus hijas saben que mi dolor no es formulario y que estoy profundamente emocionado al recordar nuestras bien recientes conversaciones. Y deben saber, sobre todo, que de la historia y de los recuerdos de León no desaparecerá jamás alguien tan vinculado a la Catedral como Luis García Zurdo, que en paz descanse.
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