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Lucro e ingesta de difuntos

10/03/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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La locura de este febrerillo recién finiquitado no lo ha sido en España por causa de la dispar climatología, ni por el golpe de Estado de ningún coronel, sino por dos noticias tan extraordinariamente macabras, abominables, que hasta asusta glosarlas con un nombre singular en la pila bautismal de los diccionarios.

En Valladolid, los miembros de una familia de negocio funerario han estado sacando y metiendo cadáveres en ataúdes, fraudulentamente, de caros a más baratos, y otros enjuagues mortuorios con afán de lucro durante veinte años, amasando así una considerable fortuna. Como el diccionario no tiene lexicalizado de forma específica este tipo de hábitos, propongo ‘necrolucro’, esto es: «dícese de la estafa realizada con cadáveres u otros elementos funerarios».

En Madrid, un hijo mata a su madre, la descuartiza y se la va comiendo a trocitos guardados en pequeños recipientes. No se sabea ciencia cierta cuando los humanos adquirieron el hábito de la antropofagia o canibalismo. El estudio de la marca de los huesos en los yacimientos arqueológicos revelan una práctica muy antigua. Puede que fuese como hecho gastronómico ancestral, creencia de intención ritual, como ofrenda a los dioses o como modo de obtener la fuerza y valor del enemigo. La antropofagia por hambre –o la coprofagia (ingestión de inmundicias)– en tiempos de necesidad extrema es ejercicio donde se pone en juego la propia existencia. Actualmente ha decrecido su causa y en las civilizaciones actuales el canibalismo es socialmente rechazado y legalmente sancionado. Los casos particulares se relacionan con situaciones extremas de supervivencia, criminales, o personas con profundos problemas psicológicos. Se conocen casos concretos de antropofagia, como los sucedidos en el asedio de Leningrado durante la II Guerra Mundial, o por las mismas fechas en los campos de exterminio nazis, o como el caso de los supervivientes del accidente aéreo que tuvo lugar en los Andes, en 1972, en que unos deportistas uruguayos de rugby hubieron de alimentarse de sus compañeros muertos para sobrevivir. Parece que quienes han probado carne humana afirman que ésta tiene un sabor –no es coña– similar a la del cerdo.

Entre los casos particulares de antropofagia, consúltese al sabio Google. Extraigo el caso más sonado y singular, el del japonés Issei Sagawa. En 1981 asesinó a Renée Hartevelt, lo descuartizó y se lo comió. Su experiencia caníbal ha sido reflejada en un libro. Actualmente Sagawa vive en libertad en Tokio y es una pequeña celebridad en el Japón, siendo a menudo invitado a participar como conferenciante y comentarista en la televisión nipona.

El lector de este artículo puede encontrar más sucesos de canibalismo si consulta la Wikipedia correspondiente. Pero no hallará ningún caso de antropofagia en la que sea el hijo quien se come a la madre y no precisamente a besos, sino «a dentelladas secas y calientes».

Es curioso que, según su índole, el asesinato tiene en el diccionario nombres específicos cuando se trata únicamente de acabar con la propia vida o con la del prójimo: ‘suicidio’, ‘homicidio’, ‘parricidio’, ‘genocidio’, ‘uxoricidio’, ‘magnicidio’, etc. En cambio, sólo tenemos un par de vocablos para designar al humano que se alimenta de otro ser humano, sin especificar el tipo de relación o parentesco con el difunto. Por eso propongo el término ‘maternofagía’, cuando es el hijo quien se come a su madre, esto es: «dícese del hijo que sacia su apetito con el cuerpo de la madre que lo parió». Sea.
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