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¡Luchar contra el cambio climático no es algo nuevo!

10/12/2019
 Actualizado a 10/12/2019
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Pues así somos en España... el amigo feo que espera un tropiezo del guapo, para así poder abrir el baile con la guapa de la clase… Si el año pasado tuvimos que acoger la Copa Libertadores por los disturbios en Buenos Aires, este año, el guapo ha perdido el baile de la cumbre del clima, y… ahí estábamos nosotros, esperando para organizar en apenas un mes lo que otros organizan durante dos largos años. Pero ¿quién dijo miedo?, las oportunidades siempre hay que cogerlas como vengan, y no nos vamos a engañar, nuestra sangre latina siempre trabaja mejor bajo presión, puesto que eso de contar con mucho tiempo, suele acabar con demasiadas comidas y cenas más bien inútiles y realmente costosas…

La Cumbre del Clima de Madrid mueve miles de personas, desde técnicos a políticos, pasando por abogados, empresarios o periodistas que, durante unas dos semanas a finales de año, se reúnen para buscar soluciones a la crisis climática. La Conferencia de las Partes o COP hace referencia a los países o partes que han suscrito la Convención Marco de Naciones Unidas contra el Cambio Climático.

Pero para aquellos que no habían escuchado hablar de ello antes, y que se pueden pensar que es algo novedoso, cabe recordar que la conferencia de emergencia climática se celebra desde hace veinticinco años, cuando en el año 1995 tuvo lugar la primera de ellas en la ciudad de Berlín. La especial trascendencia de la cumbre de este año es porque constituye la última reunión para activar el Acuerdo de París suscrito en el año 2015, que es el mayor acuerdo vinculante frente a la crisis climática, que establece un plan de acción mundial para limitar el calentamiento global y que tiene que estar plenamente vigente en enero de 2020.

Pues sí señores sí, nada más y nada menos que hace veinticinco años que los diferentes países que participan en la cumbre, se han venido preocupando del cambio climático y adoptando medidas, con sus más y sus menos, con el fin de paliar los graves efectos del cambio climático que se está sucediendo a pasos agigantados.

Así que, estimada Greta Thunberg, la lucha contra el clima no se descubre ahora, no sólo por la existencia de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que puede contar con medidas más o menos eficientes, sino que existen múltiples asociaciones y activistas que vienen luchando muchos años atrás. Hay que reconocer que, si este personaje mediatizado ha servido para tomar mayor conciencia a los jóvenes y no tan jóvenes, bienvenido sea, pero resulta injusto tratar de erigir a esta niña como la salvadora del calentamiento global, cuando podría definirse más bien como una marca publicitaria que está siendo aprovechada por muchos y rentabilizada por otros tantos.

Por todos es sabido que Greta Thunberg, acérrima detractora de los aviones, ha viajado durante más de tres semanas en un catamarán que ha cruzado el Océano Atlántico desde EE.UU hasta el puerto de Lisboa. Más allá de quienes critican la figura de Thunberg frente a quienes se han convertido en sus máximos seguidores y fieles, lo que cabe preguntarse es si medidas como esta son soluciones reales contra el cambio climático que puedan llevarse a cabo por la generalidad.

Suena fantástica la posibilidad de hacer un maravilloso viaje a bordo de un catamarán en lugar de coger un aburrido y contaminante avión, pero ¿quién tiene tal posibilidad?, ¿quién cuenta con tres semanas para trasladarse de la costa de EE.UU a la costa Europea?, ¿qué ocurriría con nuestros océanos si se masifican de catamaranes cruzando las costas? Se trata de un reclamo publicitario excelente, pero francamente inservible desde el punto de vista del efecto real sobre el cambio climático.

Lo peor de todo esto es que parece que los reclamos con niños no han hecho más que empezar, pues al parecer un hombre de nacionalidad alemana descolgó a sus hijos, de 8 y 11 años, de un puente del Paseo de la Castellana durante la marcha por el clima celebrada en la capital, desplegando una pancarta en la que se podía leer «solo quedan 8 años hasta los 1,5 grados. ¿Cómo te atreves?».

Todas estas acciones con menores de edad, no vamos a definirlas como explotación infantil, como muchos se han alzado a denominar, pues en puridad no lo son, y se trata de una definición muy seria como para entonarla alegremente, pero no podemos negar que son prácticas un tanto dudosas desde la perspectiva mínimamente ética y moral.

Quedémonos con la cumbre que está teniendo lugar estos días en nuestro país, con la finalidad en si misma de aquella, con renovar la conciencia de todos para adoptar medidas a pequeña escala contra el cambio climático y, dejemos para unos pocos afortunados o no tan afortunados, las medidas populistas que tan bien quedan en las portadas de los periódicos, pero que son una bonita utopía difícil de instaurar a estas alturas de la película.
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