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Los reyes que traían pijamas

09/01/2022
 Actualizado a 09/01/2022
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Los reyes (magos) de antes no eran como los de ahora, dónde vas a parar, ni mucho menos. No sé si es que Franco les tenía manía a los reyes (en general) o que el escaparate de la tienda de mi tío Santiago no daba para más –que con los juguetes tenía que poner las azadas, las puntas del 7, las fregonas y los polvorones– es el caso es que aquellos reyes eran más cortos que el léxico de Belén Esteban.

Lo bueno es que los esperábamos como si ese año fueran a cambiar la cosa, las escaleras bien colocadas por si necesitaban subir, el agua para los camellos, los nervios... todo como con los reyes magos de verdad pero con la misma decepción de todos los años.

Antes de amanecer ya andabas avionando los pasillos, nada más que escuchabas un ruido te levantabas sin dejarle a la abuela que prendiera la lumbre –qué frío ni qué leches, con las ganas que tenías de abrir el paquete–y la emoción por quitar el papel del envoltorio hacía que pareciera eterna la espera, como si estuviera envuelto en hormigón...

¿Y todo para qué? Para que un año más te hubieran dejado un pijama, del felpa eso sí, y unos calcetines de lana que se parecían muchísimo a unos que estaba haciendo tu madre en el filandón de casa la abuela.

– Póntelos, mi niño, verás qué calientes son.

Y te los ponías, con la cara de decepción de todos los años y las esperanzas ya puestas en los reyes del año que viene.

Putos reyes, ¡vaya magia traer un pijama!

Menos mal que a Paquito el del secretario le habían hecho caso y le habían traído una ambulancia con sirena y toda la pesca. Rápidamente se la socializábamos en el atrio, viajes sin parar ¡Corriendo a casa de Adelino que parece que tose! ¡Antes donde Engracia que se pone de parte!

No parábamos. A media tarde se agotaban las pilas y la magia de los reyes. Y para casa, a poner el pijama y para la cama. Y, pese a todo, creíamos en los reyes (magos).

De la moraleja encárgate tú.
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