Secundino Llorente

Los Reyes Magos disfrazados de Bartolos

06/01/2018
 Actualizado a 13/09/2019
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Un terrible suceso puede servir para que una persona reaccione. Un terrible suceso puede ser la causa de la conversión a una nueva vida. Un terrible suceso puede tener un final feliz.

Esta historia me ocurrió hace treinta años en un instituto de Tarragona que organizó un viaje a Andalucía con cincuenta alumnos de 3º de BUP (16 años) y tres profesores. El programa incluía una noche de discoteca en Córdoba y allá fuimos todos, no muy lejos de la Mezquita.

Un muchacho, hoy hombre responsable de finanzas en una gran empresa, en los años ochenta era conocido por sus compañeros como el ‘Boss’. Él era el jefe de un grupo de fieles seguidores que hacían lo que él ordenaba. Por supuesto, no solía ajustarse a lo que ordenaban los profesores.

Aquella noche de discoteca el ‘Boss’ decidió separarse del grupo con sus incondicionales para dar una vuelta por la ciudad a hacer de ‘las suyas’. Se le ocurrió empezar rompiendo el espejo retrovisor de un BMW, a la puerta de la discoteca, de una patada y con sus secuaces jaleándole. Pero se les cortó la risa cuando vieron salir del bar de enfrente un grupo de hombres con cazadoras negras. Le cogieron al ‘Boss’ por el cuello y le estamparon contra el capó mientras le dejaban claras tres cosas: El espejo vale diez mil pesetas y tú pagarás veinte mil, te romperemos la cara y te llevaremos a la policía. Los compañeros comenzaron a poner el dinero en el capó. Uno de ellos entró corriendo a la discoteca para llamar a los profesores. El portero se asomó a la calle y dejó muy claras las señas de identidad de la banda: «Madre mía, no habéis tenido suerte, son LOS BARTOLOS de Córdoba. Daos por muertos. Os matarán a todos». Los alumnos entendieron el mensaje y, muertos de miedo, pusieron en el capó las 20.000 pesetas, casi todo el dinero que llevaban en sus bolsillos. El ‘Boss’, convertido en una piltrafa, llegó a dar lástima incluso a aquellos matones de cazadoras negras. Recogieron el dinero y con un empujón le dejaron tirado en la acera. Ya había perdido los galones de ‘Boss’. En el autobús, de vuelta a Tarragona, se notaba el cambio, parecía un monaguillo.

Una semana más tarde me llaman de la conserjería del instituto para decirme que un señor me esperaba en recepción. «Soy el padre del famoso ‘Boss’ y vengo a decirle que mi hijo ha vuelto trasformado del viaje. Hemos gastado mucho dinero con él. Los mejores colegios, prestigiosos psicólogos… Nada. Ahora ha vuelto sumiso, obediente, ayuda a su madre, es otro hijo. Queríamos mandar un regalo a esa escuela de Córdoba para agradecerles la lección que han dado a nuestro hijo». ‘La caída de San Pablo del caballo’ puede ocurrir en la realidad. Los Reyes Magos le llegaron al ‘Boss’ disfrazados de BARTOLOS.
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