Los restaurantes bercianos apuntan una merma del 80% de facturación en fase 2

Tras cinco días con los locales abiertos, el sector ve miedo en los clientes para volver a la dinámica de consumo tras el confinamiento

ICAL
05/06/2020
 Actualizado a 05/06/2020
Los restaurantes no ven un repunte en la desescalada. | ICAL
Los restaurantes no ven un repunte en la desescalada. | ICAL
Transcurridos cinco días desde el pase del área sanitaria del Bierzo y Laciana a la fase dos de la desescalada, los restaurantes del Bierzo lamentan que su retorno a la actividad tras la crisis sanitaria del coronavirus COVID-19 vaya acompañado de descensos en la facturación de hasta el 80 por ciento, como explica Rocío Raposo, del Mesón El Reloj, en Camponaraya. “Si antes dábamos 70 comidas, ahora damos diez, siete veces menos”, asegura Rocío, que destaca que la ausencia de peregrinos que recorran el Camino de Santiago priva a este local situado en plena Ruta Jacobea de una “buena inyección de dinero” a la que estaba habituado en años anteriores.

En ese sentido, la responsable del negocio apunta que “la gente aún tiene miedo a contagiarse” y opina que otro de los motivos que frena el consumo es el temor a que un nuevo brote provoque que la situación económica se agrave aún más. En este local acostumbrado a servir menús a los trabajadores y vecinos de la zona, Rocío apunta que “muchos obreros aún no se han incorporado a sus trabajos y no quieren gastar el dinero por lo que pueda pasar”.

Con ese descenso en la afluencia, la gerente del local confiesa que el negocio “no es sostenible” y señala que la situación ha obligado a reducir a un tercio tanto el personal de cocina como el que se ocupa de la barra y el comedor. “Hoy estoy yo sola fuera y una persona en la cocina”, explica Rocío, que confía en que los pocos ingresos que van entrando tras la reapertura sirvan para “ir sacando del ERTE al personal”.

El pasado lunes fue el día en que el mesón pudo reabrir las puertas de sus dos salones. En uno de ellos, las ocho mesas habituales se han reducido a cuatro, mientras que en el salón grande actualmente hay siete mesas, frente a las 12 que habían antes del estallido de la pandemia. “Podemos poner más de la mitad de las mesas porque aún así respetamos los cinco metros de seguridad, pero no podemos superar el 40 por ciento del aforo, es decir 32 personas”, explica la responsable del restaurante. “Puedo tener todas las mesas ocupadas, pero no con más de tres personas”, resume.

Además, las medidas de seguridad impuestas en este nivel de la desescalada obligan a preparar la mesa delante del cliente y a desinfectar el baño un mínimo de seis veces al día. Tras la puerta de acceso, los clientes disponen de un dispensador de gel hidroalcohólico para limpiarse las manos, una sustancia que también está presente en un bote pequeño situado frente a la caja, para que el personal del local, que en todo momento debe llevar puesta la mascarilla, lo utilice cada vez que toca dinero en efectivo.

Por si fuera poco, Rocío también lleva en su mandil un spray desinfectante que utiliza no sólo para limpiar sillas y mesas, sino para desinfectarse las manos cada vez que toca un plato. “No podemos recoger de una mesa un primer plato acabado y llevar de la cocina otro plato a otra mesa, porque existiría riesgo de contagio”, asegura la responsable del mesón, que bromea señalando que pronto será necesario para los camareros un cinturón de herramientas similar al que utilizan los profesionales de sectores como la carpintería o la construcción.
Archivado en
Lo más leído