Los que no se confinaron en Valencia de Don Juan

La fase cero llegó a la localidad coyantina con la reapertura de algún que otro negocio, con un ritmo lento para un día a día que está marcado por las ganas de que "todo pase" y por la incertidumbre sobre la que muchos han podido hablar con quienes han seguido detrás del mostrador o al otro lado de la ventana para echar un cable a los vecinos

Teresa Giganto
10/05/2020
 Actualizado a 10/05/2020
Ricardo Pellitero, empleado del Ayuntamiento de Valencia de Don Juan, desinfectando la zona de La Muela. | REPORTAJE GRÁFICO: MAURICIO PEÑA
Ricardo Pellitero, empleado del Ayuntamiento de Valencia de Don Juan, desinfectando la zona de La Muela. | REPORTAJE GRÁFICO: MAURICIO PEÑA
Pedro Sánchez compareció el pasado 13 de marzo para informar de que España entraría al día siguiente en estado de alarma. Habló de movilizar todos los recursos del Estado, públicos, privados, civiles y militares para acabar con el coronavirus, un enemigo que llegó en forma de síntomas respiratorios y que no tardó en mostrar el músculo de su letalidad. El presidente del Gobierno vaticinó días duros y difíciles en un discurso plagado de palabras tales como emergencia, crisis, vulnerables, pandemia, alteración de la normalidad, restricciones, abastecimiento, gravedad... Y con todo ello, sin saber a ciencia cierta qué nos esperaba, la incertidumbre se instaló en todas y cada una de las casas en las que debíamos permanecer confinados. Cierre de bares, de tiendas, de hoteles, de restaurantes... Solo seguirían en marcha las actividades esenciales. Por aquel entonces ya se hablaba de contagios en la comarca de Valencia de Don Juan, casos aislados que en principio no revestían de gravedad alguna. El 14 de marzo fue sábado y Toño abrió como cada día el Quiosco Trébol para despachar el pan y la prensa en Valencia de Don Juan. Cuando colocó todos los periódicos en el expositor de la puerta no había ni una portada en la que no se leyese «estado de alarma». «¿Qué iba a pasar? ¿Qué era todo aquello?» El bar del otro lado de la calle peatonal cerró, y el otro y el otro y el de más allá. Y la tienda de zapatos y la peluquería, también. El bazar chino de la misma calle ya llevaba días cerrado. Pero Toño no podía hacer lo mismo con su puerta, tenía que seguir en el mostrador para dispensar la información que tanto reclamaban por aquellos días sus vecinos. Siguió al pie del cañón como lo hizo muy cerca su tocayo, Toño, maestro pastelero en el obrador de Delice. Un poco más allá, en la plaza de Santa Marina, está Jesús. Él tampoco cesó su trabajo en la carnicería. Entre los que no han parado está Ricardo Pellitero, empleado del Ayuntamiento de Valencia de Don Juan que se ha encargado junto a su compañero Luis Robles Polantinos de llevar a cabo la desinfección de los espacios municipales. Y después han estado los que no se han confinado por iniciativa propia, para ayudar a los más mayores del municipio haciéndoles las compras como es el caso de Dani Revilla, ejemplo de uno de los muchos voluntarios con los que cuenta Valencia de Don Juan. Todos ellos estuvieron al pie del cañón en el confinamiento como tantos otros que se convirtieron en imprescindibles durante los días de incertidumbre. Siguen estando ahora al pie del cañón en la fase 0, dispuestos a empujar para remontar la actividad de una Coyanza desconocida estos días a pesar de que tímidamente ha recuperado algo de aquella vida que había en sus calles hace casi dos meses.

«Ya tengo ganas de volver a las clases y ver a mis chicos», comenta Dani Revilla, de profesión entrenador en las Escuelas Municipales Deportivas de Valencia de Don Juan y reconvertido estos días en recadero. «Nos dan el dinero, nos dicen lo que tenemos que comprar y después Protección Civil se lo entrega en casa», comenta mientras se dirige hacia el Ayuntamiento con el carro en el que porta la compra para un vecino que por la edad prefiere mantenerse confinado y no exponerse haciendo la compra. «En los supermercados trabajan las madres de algunos de mis alumnos y les pregunto por ellos, ya se les echa mucho de menos», comenta antes de despedirse con el deseo de «que todo pase pronto». Lo comparte con Toño, el quiosquero. Allí la actividad sigue cada día con la venta de la prensa y del pan. A comprarlo llega precisamente Hermi, vecina del municipio que vive estos días con la preocupación del futuro inmediato de sus hijos. A la pequeña le toca este año hacer la ‘Selectividad’. «Esperemos que puedan hacerla aquí en el Instituto y no tenga que desplazarse para evitar riesgo», comenta antes de entonar el «que todo pase pronto». Seguimos la conversación con Toño, que estaba contemplando el chiste que Lolo publicaba ese día en La Nueva Crónica. «Como no le pongamos a estos días un poco de humor, lo llevamos claro», comenta él, experto en los menesteres de hacer reír como buen habitual que es del Entierro de la Sardina. También es experto en información, por la mucha que pasa cada día por sus manos, y se reconoce «defensor de lo de aquí, de lo de León». «Como estemos esperando a que venga la Junta a salvarnos, lo llevamos claro», sentencia. Aunque para «picaresca», la de esos vecinos que se las ingenian para salir a la calle cuando no toca. «Los hay que... bueno», dice.Valencia de Don Juan tiene los paseos pautados por franjas horarias dado que sus habitantes son 351 más de los 5.000 en los que fijó el Gobierno el límite para salir a la calle pendientes del reloj. A los coyantinos sí les toca mirarlo. Y a él mirará Jesús con más normalidad esta semana que planea abrir ya su carnicería también por las tardes. «Con todo esto preferimos abrir solo por las mañanas pero ahora iremos volviendo al horario normal de atención. Al final el sector de la alimentación, como es el caso, no ha salido mal parado como otros que haber ahora qué pasa...», dice. Su incertidumbre la comparte Toño el pastelero. «La sociedad debe aprender de esto que estamos viviendo, no puede caer en saco roto una experiencia que parece como una película», comenta tras el mostrador de Delice. Él siguió con el establecimiento abierto con un doble compromiso:el de atender a los vecinos y el de mantener a sus empleados. «No podemos perder de vista de que lo más importante que tenemos son las personas, los trabajadores son lo más valioso de las empresas y ellos son quienes hacen posible que estas crezcan. La gente es nuestro motor», incide. Atrás queda el olor delicioso de los dulces de Toño que se torna en olor a lejía en el entorno de La Muela. No es tan agradable, pero sí necesario. No tarda en aparecer Ricardo con su tractor y el nebulizador con el que envuelve en una bruma todos los espacios municipales. «Esta es la octava desinfección completa del municipio que hacemos. Pero a ver, no es nada que no sea nuestro trabajo, es algo normal», afirma quitando hierro a esa denominación de «héroe» que se le ha puesto a quienes no han parado de trabajar. «Mira, una heroína es Mari Cruz Marinelli que con más de 80 años cuida de su marido que tiene Alzheimer y sale a aplaudirme cada vez que desinfecto la zona de su casa. A pesar de todo, conserva la alegría de un niño y eso sí es ser un héroe», dice Ricardo. Él también desea «que todo pase pronto» y que llegue la evolución a la siguiente fase de la ‘desescalada’ «porque será buena señal». Entonces Valencia de Don Juan seguirá recuperando la actividad para volver a la que tuvo antes de aquel día en el que Toño colgó los periódicos a la puerta de su quiosco con el estado de alarma como protagonista de cada portada.

– A ver si pronto podéis escribir que hay una vacuna, que pasó todo, que no hay coronavirus, ni positivos, ni muertos, ¿vale?
– Y que nos lo contéis vosotros. Ojalá.
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