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Los puertos son lo de menos

18/11/2019
 Actualizado a 18/11/2019
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La semana pasada me eché de nuevo a las carreteras de la provincia con la bicicleta para continuar con la intención de recorrer la provincia de Caín a Candín pasando por Garfín y esta vez por Villalis, en la Valduerna. De allí partí dándole al pedal y pegando a la oreja hasta Encinedo, un lunes postelectoral, con gran asombro de muchos votantes.

Tras consultar en el periódico el reparto de los votos por municipios, en el primer bar que paré, escuché a un hombre quejarse amargamente «hombre que vivo yo con 66 fascistas». Menos amargura había en las palabras de otro vecino de unos pueblos más alejados que entró celebrando «os lo dije, os lo dije, ya veréis como los pone firme». En esta tierra, por pequeño que sea el pueblo, las hay para todos y de todos los colores.

Pero más allá de la contienda electoral, que no me la pude sacar de las alforjas, más bien dicho me precedía y me esperaba a cada parada, puede constatar de nuevo los enormes recursos desaprovechados de la provincia. De Castrocontrigo a Encinedo, 50 kilómetros mediante, con varios museos, patrimonio de época romana o importantes recursos naturales, entre otros atractivos, no hay un establecimiento donde el viajero se pueda quedar a dormir más allá de dos casas rurales que se alquilan completas. Hay alcaldes intentando dotar a la zona de opciones, pero solos tampoco pueden, igual que no pueden conectarse a Internet sin un operador que dé el servicio por mucho que tengan las infraestructuras listas.

Esto también se escucha en los bares con profundos lamentos, tanto de los que penan por vivir con fascistas como de los que esperan que los nuevos pongan firmes al resto. Yo, lejos de esperar nada, les animaría a que me acompañaran, en bicicleta mejor, que se paladean todo más, para que vieran y escucharan, pero de incógnito sin el cargo por delante. Los puertos iban a ser lo de menos.
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