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Los pueblos salvarán la civilización

03/04/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Si, como decíamos la semana pasada, cultivar está en el origen de la cultura, el desarrollo de la civilización humana es el desarrollo de la ciudad –civitas–. Podemos decir que la civilización es un fenómeno esencialmente urbano. Aristóteles llegó a afirmar que la ‘polis’ –ciudad en griego– era el espacio propio de lo humano y que fuera de ella, sólo podrían vivir dioses o bestias. Roma conquistó el mundo conocido con sus legiones, pero también con sus calzadas, con el latín e implantando en los territorios que iba incorporando su modelo de ciudad –urbe–, tanto en los aspectos de organización de la convivencia como en los arquitectónicos. El Renacimiento fue también un momento de esplendor ciudadano y con la Revolución Industrial se inicia el concepto de ciudad que ha llegado hasta nuestros días, ciudad en la que la realidad del individuo es fagocitada por la mostrenca y amorfa realidad de ‘la masa’.

La civilización como historia de progreso, la ciudad, puede también morir de éxito. Ya sucedió con la caída del Imperio Romano. Se abandonaron las ciudades y lo que un día había sido majestuoso terminó siendo ruina. La ruina de la civilización no fue total, gracias, en parte, a que los monasterios conservaron el legado de saber y conocimiento.

Hoy en día, quizás, Aristóteles diría que en la ciudad sólo pueden vivir bestias o dioses, que sólo fuera de ellas es posible vivir humanamente. Más allá de la España vacía o vaciada, pienso que llegará un momento en el que sólo en los pueblos se podrán encontrar las condiciones necesarias y favorables para un completo desarrollo humano, en armonía con uno mismo, con los demás y con la naturaleza. Los pueblos serán los monasterios que puedan salvar la civilización humana del fracaso.

El filósofo Dan Dennett opina que «Internet se vendrá abajo y cuando lo haga viviremos oleadas de pánico mundial. Nuestra única posibilidad es sobrevivir a las primeras 48 horas. Para eso hemos de construir un bote salvavidas». Y ese bote salvavidas es una red, son los vínculos humanos, entre vecinos, con los que sabes que podrás contar que nunca se ‘colgarán’.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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