Los premios Palacio de Canedo, diez años reivindicando la identidad rural

Hace diez años nacían los premios Palacio de Canedo de recuperación de arquitectura tradicional, un certamen que buscaba promover la necesidad de defender la «identidad» del entorno rural no solo como forma de atraer el turismo, sino como garantía del «futuro»de los pueblos. «Las ciudades tienen que crecer, es su función, pero ese no es el objetivo de los pueblos, tienen que ser el contrapeso en el que se respete la identidad, la calidad y la diferenciación», explica el bodeguero José Luis Prada, la mente detrás de unos premios que una década después, ya se han consolidado.

Prueba de ello es que este año el Ayuntamiento de Ponferrada se encuentra entre los patrocinadores. El Consistorio de la capital berciana financiará los 2.000 euros que se entregarán al mejor promotor particular. El segundo y el tercer premio los aportarán el Ayuntamiento de Carracedelo, con 1.500 euros, y el de Arganza, con 1.000 euros.

En total se repartirán 8.000 euros en premios. El Consejo Comarcal aportará 3.500 euros —500 más que el año pasado— para los tres premios de la categoría de edificios recuperados por instituciones públicas, juntas vecinales o asociaciones.

Así, Prada destaca la implicación de las instituciones, cuya participación considera clave para evitar «burradas». «Lo que no podía ser es que particulares mimasen la restauración de su vivienda y después una junta vecinal o Ayuntamiento interviniera en una Casa del Pueblo sin respetar ningún principio estético, tiene que haber unidad», apostilla.

En la misma línea, la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Ponferrada,María Antonia Gancedo, subraya la necesidad de «remar en la misma dirección» y pone como ejemplo el trabajo realizado en Peñalba. «Hay que preocuparse por el medio rural. Tan Ponferrada es la última casa de Peñalba como la plaza Lazúrtegui».
Por su parte, el presidente del Consejo Comarcal, Gerardo Álvarez Courel, y el alcalde de Arganza, Luis Manuel González, resaltan la importancia de «velar por la arquitectura rural» como forma de luchar por la «supervivencia» del entorno.

El único requisito para participar en ellos es que las edificaciones mantengan su «alma» tradicional. Se aceptan todo tipo de restauraciones: viviendas, palomares, hórreos, lavaderos, hornos o iglesias. En sus nueve primeras ediciones participaron más de 250 edificios, prueba de que toda la comarca lucha por su identidad.