Los pies que hablan

24/03/2016
 Actualizado a 01/09/2019
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Suenan monótonos como telón de fondo los tambores de una procesión, se acercan, se alejan, es la Semana Santa, la repetición de los sonidos y las imágenes, la repetición de las polémicas, de las adhesiones y de las críticas, la de la gente en la calle, la de las cifras de ocupación, la del silencio en la calle y el bullicio en el Barrio Húmedo... la Semana Santa.

Y en esa repetición de trajes y peinetas, de pasos y trompetas, siempre llama la atención lo mismo:«Va descalzo». El niño se lo dice entusiasmado a los padres, ellos ya lo han visto tantas veces que no comparten el entusiasmo, o la sorpresa, infantil y lo despachan con un simple «ya», y rematan con un «ya lo vimos» cuando insiste, pues a él le parece extraordinario.

Tal vez lo sea. A mi también me lo parecía y un año busqué para un reportaje las causas de esos pies descalzos y cuidados, camino de la sangre pero pintados pues «es lo único que se ve».

Había de todo en las respuestas. Algún «lo hago siempre» que se completaba con gesto como de no entender la pregunta frente a muchos pies que hablaban de pasajes de una vida. «Tuvo un hijo un accidente y prometí...», «tengo una hija enferma», «no lo sabe ni tan siquiera aquella por la que lo hago, entiende que no te lo puedo decir».

He visto esos mismos pies en la romería de Barrio y Golpejar, amortajados en Quintana de Fuseros... creencias personales, la fe de cada cual, en silencio y escribiendo con sangre una historia en el asfalto.

Eran pies que hablaban. Historias escritas en el suelo que el barrendero borra en el amanecer. Creencias que nunca sabremos si han obtenido respuesta pues el lenguaje de estos pies no tiene traducción.
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