Los personajes del tío Ful: Rosa la de La Garandilla

Es costumbre ‘de la casa’ despedir el año con el regreso de alguien que haya pasado por este rincón en 2019 y nos haya marcado, Rosa lo hizo y nos regala un villancico

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
28/12/2019
 Actualizado a 28/12/2019
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Para el adiós del año regresa alguien que ya estuvo, que dejó huella... y en este caso nos puede regalar un villancico pues es una panderetera de larga trayectoria, Rosa la de La Garandilla, mujer de voz ronca del tabaco y mil historias que contar de sus ochenta años de vida y supervivencia, de trabajo en su tierra y en Asturias, donde tuvo bar, pescaba y hasta se hizo amiga de Corín Tellado. «Cuando iba con los hijos y el marido de pesca y al mar subíamos donde su chalet, allá en un alto en Gijón, y salían dos perros enormes, ¡menudos bichos!, pero nosotros éramos de pueblo y como para asustarnos, les llevábamos unas galletas y cuando salía ella ya los estábamos acariciando como si fuéramos de la casa. Y así empezamos a hablar».

Y Rosa le contó que «somos cazurros, que así les decís a los de León» y que a ella le gustaba mucho leer, pero «yo soy de novelas del oeste, de Marcial Lafuente Estefanía, que todavía leo tres o cuatro a la semana, que me las baja la hija a León y las cambia en un quiosco por 60 céntimos... De toda la vida lo hice así, antes más baratas, claro».

- ¿Y cuánto medía el sheriff?
- Siete pies, y rápido con el Colt 45 como nadie.

Rosa cuenta y cuenta, canta y canta, «tengo los villancicos enteros porque en Nochebuena fui con los hijos y no son de cantar, ni llevé las panderetas».

Y, sin insistirle, empieza con un clásico, ‘Los peces en el río’, y otro clásico, la pandereta.

- Siendo pescadora, ¿qué otro villancico ibas a cantar?

- Deja, que una cosa no quita para la otra, que antes en los entierros se cantaba el réquiem y ahora si te descuidas aparecen cantando una jota o un pasodoble.

Y sigue contando historias. En la entrevista anterior recordaba cuando salía a pescar en los ríos de la comarca los 365 días del año y si la pillaban en falta ella misma le decía al guardia. «Usted denuncie, que está en su derecho, pero ya le aviso que voy a pagar la multa con lo que saque de vender lo que pesque por la tarde». Ahora recuerda sus años en Asturias, trabajando. Rosa, irrepetible y sin tapujos.
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